Aún tenemos valores

 

 

Buena noticia: todavía tenemos valores

 

 

José J. Castellanos

 

Para algunos fue una mala noticia, para mí fue una muy buena. Se dieron a conocer los resultados de una investigación del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM sobre salud reproductiva, y resulta que después de muchos años de campañas intensivas de promoción de conductas sexuales liberadas, la juventud mexicana, al menos en cinco estados de la República, mantiene valores que, para los “estudiosos”, indican que entre los jóvenes mexicanos «persisten férreos tabúes sexuales y de género ‘conservadores’». Esto seguramente decepciona, si no es que enfurece, a quienes se han propuesto pervertir a la sociedad mexicana.
Los tabúes de referencia son la virginidad de la mujer y la intención del 80 por ciento de los encuestados de dichos estados, de casarse por la Iglesia. Esto, para los autores del estudio, estaría relacionado con la ignorancia y prejuicios que se ha pretendido desterrar de la sociedad mexicana, y en la que tanto el Estado como organizaciones sociales feministas, principalmente, han gastado miles de millones de pesos. Sin embargo, convicciones más profundas que la “modernidad”, prevalecen en medio de deslices y devaneos.

Pensar en casarse por la Iglesia es, en la cultura mexicana, no en las modas impuestas desde el exterior, sinónimo de compromiso profundo, sólido y duradero. Podrá haber fallas, infidelidades y hasta rupturas, pero no cabe duda alguna –no sé si lo investigó así el estudio– de que el vínculo que se genera con el compromiso religioso es sinónimo de mayor garantía y seguridad, por encima del puro matrimonio civil o el amasiato, por más que muchos también recurran a estas prácticas.

También resulta sorprendente el alto número de quienes consideran que las mujeres deben llegar vírgenes al matrimonio (80 por ciento de los encuestados). Y afirman los investigadores: “esta ideología se refuerza de generación en generación al pasar de madres a hijas, debido a que sienten que serán reconocidas socialmente, así como protegidas y respetadas”. Efectivamente, el principio de ser una para uno, difiere de las conductas promiscuas que se promueven ahora, incluso en textos escolares, con el pretexto de que ya existen métodos de protección anticonceptiva.

La virginidad se menosprecia hoy públicamente, pero es claro que su necesidad sigue vigente como expresión de fidelidad, no sólo después del matrimonio, sino aún antes de él. Guardarse el uno para la otra, y viceversa, implica que el sentido de donación exclusiva es algo importante en la vida conyugal, que conlleva, sí, la relación sexual, pero con un sentido de amor y de perpetuación de la especie. Esto, con perdón de los investigadores, no es una “ideología”, es toda una concepción de vida y la relación entre hombre y mujer en el matrimonio. Este guardarse para el que se ama, genera, por el sacrificio que representa y por la virtud que conlleva, el necesario reconocimiento social y produce respeto. En cambio, las ofrecidas, las manoseadas y promiscuas, generan desconfianza e inseguridad.

En un tiempo donde impera el cinismo y la desvergüenza, me felicito de que el resultado sea la consecuencia de 15 mil 488 interrogatorios a jóvenes entre los 13 y 19 años, quienes revelaron que sólo el 21 por ciento de los hombres ya habían tenido relaciones sexuales, en tanto que entre las mujeres llegó al 5.5 por ciento. Esto, a pesar de la información que dichos jóvenes ya poseen, pero como indica el estudio, una cosa es tener información y otra, muy diferente, recurrir a esos medios echando por la borda otros valores que son, gracias a Dios, parte de nuestra cultura, a pesar de los pesares.

Ven los investigadores pasividad en la mujer. Quizá no les falte razón, es necesaria una mayor valoración de la vida sexual como parte de la realización personal, pero habría que ver cómo concluyen que no se atreven a pedir “protección” para no contraer enfermedades –resultado de la promiscuidad– o no quedar embarazadas, cuando la misma investigación concluye que las mujeres se valoran “sólo como madres y esposas”.

Finalmente, aplaudo lo que han señalado los jóvenes respecto del condón, porque coincido con ellos: “se le ve como símbolo de relaciones ocasionales, falta de confianza hacia la pareja, y libertinaje sexual”.

Para los promotores del condón y el libertinaje sexual, esta fue una pésima noticia. Para mí, por el contrario, una gran y esperanzadora nueva. La juventud, finalmente, no ha sido engañada, ni por quienes se escudan en argumentos de modernidad, ni por quienes esgrimen supuestos conocimientos científicos. Nadie que sea fiel corre el riesgo de infectar a su pareja con Sida, a menos que haya recibido una transfusión infectada. Todos saben que la consecuencia natural de amar y tener relaciones sexuales, es tener hijos

 

 

Fuente: www.yoinfluyo.com