Armonía matrimonial

Armonía matrimonial

(2) El mayor obstáculo para el ajuste en el matrimonio es el miedo de ser dominado.

Muchos matrimonios fracasan porque se han contraído con ligereza y frivolidad; sin conocerse y sin amarse. Por sólo apetito sexual. Y esto no basta para hacer feliz un matrimonio.
Otros fracasan por inmadurez. Se casan sin estar preparados para la unidad matrimonial, sin haberla siquiera entendido. Siguen dentro del matrimonio viviendo su individualidad, y los casados deben vivirlo todo «con y para» el otro.
Para que un matrimonio vaya bien, hace falta la colaboración de los dos; pero para hundirlo, basta con uno.
«La convivencia es un trabajo costoso que exige comprensión y generosidad constantes»8.
El matrimonio no es un contrato de servicios sino una comunidad de vida y amor, como dice el Concilio Vaticano II9. La huida de todo sacrificio quita al amor el sello de su autenticidad.Cuando vaya pasando el tiempo de tu matrimonio, encontrarás en tu cónyuge defectos de carácter que no advertiste en el noviazgo. No se los eches en cara de una manera desagradable. Eso sería contraproducente.
Tampoco los consideres como de gran importancia.
Es preferible que atiendas las virtudes que te movieron a elegir esa persona para unirte en matrimonio, y que sirven de contrapeso.
En este mundo nadie es perfecto, y hemos de resignarnos a sobrellevar los defectos de nuestros prójimos.
Procura portarte como si fuera tal como tú deseas. Esto le ayudará a que llegue, a la larga, a ser como tú deseas.
Durante el noviazgo sólo se ven las buenas cualidades de la persona a quien se ama. Con los defectos hay mucha indulgencia. En cambio de casados ocurre al contrario: hay cierta tendencia a olvidar las buenas cualidades y a aumentar los defectos.

«El mayor obstáculo para el ajuste en el matrimonio es el miedo de ser dominado. (…)
»Es éste un miedo peligroso, porque hace que ambos se pongan a la defensiva en lugar de preocuparse por el mayor bienestar del otro.
»Tan pronto como uno traslada la atención de la persona amada a uno mismo, el verdadero amor está amenazado. (…) Si una persona tiene miedo de ser dominada, la otra queda contagiada del mismo miedo, y surge un conflicto»10.

El orgullo desempeña un papel muy importante en las disputas matrimoniales.
El remedio es la humildad, reconocer los errores y dar explicaciones aprovechando un rato de calma.
Y si se domina el buen humor es un modo magnífico de terminar muchas disputas.

Las dificultades conyugales son menos graves de lo que parecen, y pueden superarse con buena voluntad.
«Supongamos dos esposos que después de algunos años de convivencia se encuentran en plena discordia, pero de tal modo exasperados y furiosos que quieren separarse lo antes posible y a costa de lo que sea.
»Al principio estaban muy contentos, se consideraban felices; ahora, en cambio, maldicen el día en que se casaron.
»¿Cómo ha sido eso?
»Los dos tienen defectos, pasiones, errores, pero, ¿quién no los tiene? ¡Cuántos tienen los mismos defectos que ellos, o acaso más, y sin embargo viven en paz! ¿Qué es lo que les ha conducido a la infidelidad y a la ruina?
»El esposo, algún tiempo después del matrimonio, ha comenzado a darse cuenta de las lagunas y defectos de su esposa, y esto le ha disgustado y le ha irritado.
»Bondadosamente, le ha hecho notar estas cosas, pensando que su mujer se enmendaría pronto de sus defectos. ¡Le parecía tan sencillo y tan fácil! Pero ella no se ha corregido…
»Entonces la atención del marido se ha centrado más y más sobre las faltas y errores de ella, con lo que su desagrado, y luego su mal humor, han ido en aumento.
»Parecíale que ella no tenía buena voluntad y no le amaba, pues nada cambiaba su conducta, ni su modo de hacer; lo cual cada vez le disgustaba, irritaba y hería más vivamente.
»Pero también el marido tenía lagunas, defectos, errores; y la mujer en ese mismo tiempo ha fijado su atención en ellos, y se ha desarrollado en su alma un drama igual al que se producía en el ánimo del marido.
»Pensaba que él pretendía mucho de ella y no se preocupaba de cambiar ciertas maneras suyas que la ofendían y amargaban. ¡Hubiera costado tan poco!… Y así llegaron a donde llegaron.
»Algún juez imparcial dirá inmediatamente que la conducta de los dos ha sido estúpida, y ambos han sido los autores de su desdicha.
»Si cada uno de ellos, en lugar de atender a los defectos y agravios del otro, en lugar de emperrarse en la pretensión de que el otro se corrigiera, hubiese observado sus propios defectos y se hubiera esforzado en quitar de sí lo que disgustaba al otro, habrían vivido en paz y la buena armonía se habría consolidado cada vez más.
»Ésta era la única conducta práctica razonable; era también la única cosa que cada uno podría hacer, ya que no tenía ningún poder sobre la voluntad del otro. Pero no han hecho lo que podían; han pretendido cada uno que fuese el otro el que lo hiciese, y así han llegado a ser desgraciados»11.

«En este proceso de mutua “domesticación” que tiene que sufrir todo matrimonio, es esencial, por una parte, la constancia y, por otra, la mutua delicadeza.
»Nada de impaciencia con los defectos del otro; mucho tacto y, sobre todo, no restregárselo con dureza, ironías o ridículos.
»Las moscas no se cazan con vinagre.
»Tampoco tratéis de rehacer el otro a vuestra imagen y semejanza.
»Por parte de cada uno de vosotros, el esfuerzo debe ser contrario: no tratar tanto de rehacer al otro, cuanto de adaptarse al otro»12.

La mayor parte de los conflictos en el matrimonio son causados por falta de mutua adaptación.
Para que el matrimonio progrese los dos deben remar en la misma dirección.
Si cada uno rema en sentido contrario, la barca girará sobre sí misma.
Quien no esté dispuesto a adaptarse al otro, más vale que no se case.
Sin esfuerzo de mutua adaptación, el matrimonio no hay quien lo aguante.

El continuo choque de opiniones, deseos, planes, gustos, etc., convierte al matrimonio en un infierno.
Es posible que no coincidáis en gustos, planes, deseos, etc.
Pero si quieres a la persona, de buena gana aceptarás lo que ella prefiera. Cuando los dos quieren dominar, el choque es inevitable. Cuando los dos quieren adaptarse, la armonía es maravillosa13.

El Dr. Vallejo-Nájera dijo por Televisión Española que la raíz de muchos matrimonios desgraciados es porque esperan demasiado del otro y quedan defraudados14.

«Exigir del otro que se adapte, que procure mejorar su personalidad, querer que luche contra sus defectos y consolide sus cualidades, bien está.
»Pero exigir que eso se realice enseguida, y que la transformación sea inmediata, sería nefasto.
»Se obligaría entonces al cónyuge a contentarse con cambiar las apariencias, se le conduciría a adoptar unas actitudes que serían forzosamente superficiales; el resultado no tardaría en manifestarse con un retorno a las costumbres antiguas y un mutuo desengaño.
»Si hay algo que debe evitarse es eso.
»Más vale proceder gradualmente, contar con el tiempo y obtener resultados ciertos.
»Esta paciencia será sin discusión, una de las formas superiores del amor y un testimonio irrecusable de desinterés. Saber esperar a que el cónyuge logre superar sus defectos, animándole sin hostigarle, ayudándole sin desquiciarle, éste es uno de los primeros pasos en el camino del acuerdo de las personalidades.
»Este acuerdo se efectuará con tanta mayor seguridad cuanto con más calma se proceda.
»Excitarse no servirá de nada; lo más que se conseguirá es exasperarse uno mismo y exasperar al otro.
»En tal ambiente, el acuerdo, en vez de progresar, retrocedería multiplicando los roces y exacerbando los choques.
»Todo esto no quiere decir que se encierre uno en la pasividad esperando que el cónyuge se decida de una vez, a realizar un esfuerzo para adaptarse, sino que significa que al exigir de él unas manifestaciones de buena voluntad, se impondrá uno a sí mismo una paciencia a toda prueba, respetando el curso del tiempo y contando con la lentitud normal de toda evolución humana.
»Saber repetir una corrección.
»Repetirla sin dejar traslucir que está uno harto y a punto de estallar.
»Repetirla, por el contrario, con incansable afabilidad, con una pizca de buen humor, pero nunca fuera de tiempo.
»Domeñar esta impaciencia, esta precipitación, e imponerse contar con el tiempo.
»Esperar que poco a poco se efectúe la evolución requerida.
»El tiempo destruye siempre lo que se hace sin él.
»En toda observación evitar las palabras agrias; en toda crítica, evitar las palabras ultrajantes; en todo reproche, evitar la aspereza; tales son las condiciones que se requieren previamente para el acuerdo conyugal.
»Éste no puede realizarse más que en un clima en que el afán de comprensión recíproca sea evidente.
»Este ambiente se creará si de una parte y de otra se emplea la destreza necesaria para hablarse con provecho.
»La preocupación por proceder con tacto conducirá a no hablar nunca bajo el efecto de la emoción violenta que acompaña habitualmente a la primera reacción. Le sucede a nuestro espíritu lo que al agua: cuando ésta se enturbia ya no se puede ver nada en ella; hay que dejarla reposar para que recobre su limpidez»15.

La crítica mutua en el matrimonio es buena y ayuda a mejorar.
Pero debe ser una crítica que nace del amor y se hace con amor.
No una crítica-reproche que molesta al otro. Éstas son inútiles y perjudiciales, porque deterioran la convivencia.

Una crítica que es un desahogo de la agresividad, produce agresividad en el otro. La finalidad de la crítica debe ser ayudar al otro a ser mejor.

Por eso, no pedir imposibles; ni hablar con vaguedades que no concretan lo que debe cambiar; ni en plan exigente, sino sugiriendo.
Y en el momento oportuno. Una crítica a destiempo es perjudicial, o, por lo menos, inútil.

«Es necesario, a todo precio, vencer el mal humor y, para conseguirlo, cultivar el arte del perdón recíproco.
»Que no se tema ir demasiado lejos en este sentido, porque si es peligroso perdonar demasiado, mucho más peligroso es no perdonar lo suficiente.
»De tener que elegir entre los dos excesos habría que optar sin titubeo por el primero; porque un exceso de bondad sólo pude servir al amor, mientras que, por el contrario, éste no podría sobrevivir a una negativa del perdón.
»En la vida conyugal es donde tiene más aplicación la respuesta de Cristo: hay que perdonar setenta veces siete16.
»Es decir, ¡siempre!
»Solamente en la medida en que el uno y el otro hagan de esta ley cristiana norma de su vida cotidiana florecerá la comprensión en la vida común.
»Cualquier otra orientación sólo puede acarrear endurecimientos y choques que acabarán por destruir la felicidad.

»Para que la vida en común sea bella, para que sea armoniosa y reine en ella la alegría, para que el amor sea fácil, es preciso que marido y mujer se traten con toda caridad, concediéndose recíprocamente un perdón renovado sin cesar.

»Cuando tengas que reprender a tu cónyuge, no lo hagas con reproches duros, que suelen motivar reacciones violentas.
»Es preferible una suave sugerencia que facilite la disculpa, el acuerdo, la avenencia.
»Con mucha frecuencia en el origen del enojo está el orgullo.
»Algunas torpezas inconscientes y repetidas traen como consecuencia que la mujer ofendida se refugie en una protesta silenciosa.
»Se encierra en sí misma, negándose a avanzar por el camino de la comprensión. No admite el perdón.
»Pensando que ha iniciado ella demasiadas veces los pasos de la reconciliación, se repliega ahora a la defensiva y manifiesta su protesta con una terquedad irreductible.

»No posee ella, sin embargo, el monopolio del malhumor.
»Hay que reconocer que el hombre, a su vez, lo utiliza con frecuencia, impulsado también por el orgullo.
»En él también, puede triunfar la fobia a dar el primer paso. Ésa es la manera mejor de hacer la vida común insostenible.

»El triunfo de la terquedad, del orgullo, y malhumor, actúa sobre el amor como un cáncer.
»Muchos de los fracasos matrimoniales se deben a la falta de comunicación. Porque la mujer no encuentra en el marido atención a lo que ella necesita comunicar.

»Muy cercana al malhumor está la taciturnidad.
»Es un estado de espíritu en el cual no se encuentra nada que decir.
»Este defecto es, la mayoría de las veces, patrimonio del hombre.
»Aun no siendo siempre consecuencias de mala voluntad, no por ello debe dejar de ser corregido.
»Hay maridos que no comprenden que imponen así a su mujer un verdadero suplicio.
»A lo largo de todo el día, ella no tiene nadie con quien hablar.
»Cuando llega el marido, siente una necesidad muy comprensible de comunicarse con él.
»Pero éste cansado y rendido, no se encuentra con ganas de conversar.
»Se atrinchera tras el periódico o se dedica a la televisión.
»Cuando esto se repite con regularidad llegan a ser extraños entre sí.
»Están al borde del fracaso.
»El marido debe hacer un esfuerzo para salir de sí mismo y dedicar a su esposa una atención parecida a cuando era su novia.
»Hay que conseguir que en el hogar brille la alegría. Es la mejor salvaguardia del amor»17.

El doctor Enrique Rojas, Catedrático de Psiquiatría en Madrid, en su libro El amor inteligente19, cuenta el caso de un matrimonio, con tres hijos, a punto de separarse, porque él, excelente profesional, sólo vivía para su trabajo, y su mujer se sentía abandonada.
Él dice que le gusta ser responsable de lo que lleva entre manos, aunque reconoce que habla poco; pero considera que para hablar hay que tener algo que decir, que hablar por hablar es ridículo, y que para hablar de cosas insulsas prefiere estar callado.
Pero ella no aguanta esa falta de comunicación. Y él se queja de que ella está siempre protestando de todo.
Total, que la falta de comunicación iba a acabar con ese matrimonio.

En el matrimonio no basta coexistir, hay que convivir.
Y esto no es posible si no tienen nada en común.
Hay que compartir gustos, ideas, valores.
No basta que los cuerpos estén juntos, si las almas están separadas19.
Para la armonía matrimonial es fundamental la comunicación.
El hablar aclara las cosas. El silencio enreda cosas que no debían haber sido problema.

Un día, una esposa ve pasar a su marido en su coche con una joven al lado.
Es una compañera de trabajo, y la lleva al médico.
Pero su mujer se imagina lo peor.
Cuando él llega a casa, con toda naturalidad, y como siempre, va a besar a su esposa.
Ella con la idea que tiene en la cabeza lo recibe displicentemente.
Él se extraña, pero calla.
Ella también calla.
Al día siguiente él se acerca a darle el beso de costumbre, y nota en ella la misma reacción.
Al tercer día, se va directamente a su habitación sin besarla. Ella saca su conclusión: «no hay duda que se ha liado con la otra».
Ya tenemos una tragedia que se hubiera evitado sin el silencio de los dos.

Hay mujeres que se quejan de que sus maridos no hablan; pero no caen en la cuenta de que ellas no dejan hablar, pues son interminables narrando sus cosas. Otras interrumpen continuamente lo que a ellos les parece interesante contar, con multitud de «cositas»: ¿cómo te has hecho esa mancha? ¿Está buena la sopa? ¡Ten cuidado con la ceniza!, etc.
Así dan a entender a su marido que lo que él les cuenta no tiene para ellas ningún interés, y al marido se le quitan las ganas de hablar.

Escuchar no es lo mismo que alternancia en el monólogo, donde cada uno aprovecha una pausa del otro para retomar el hilo de lo que estaba diciendo.
No es lo mismo oír que escuchar.
Al escuchar intentas comprender al otro.
Quien se siente escuchado se siente querido.
Escuchar a una persona es valorarla.
Todos necesitamos ser valorados por los demás.
Si a una persona no se la hace caso, no se la valora, se sentirá frustrada.
Esto la llevará a fracasar en la vida y a vivir amargada.

También es importante amar lo que el otro ama: su familia, su profesión, sus aficiones. Despreciar estas cosas enfría el afecto y distancia las personas.

La comunicación es indispensable, pero debe hacerse en el momento oportuno. Empeñarse en tenerla inoportunamente es contraproducente.

Y, desde luego, no confundir la comunicación con el reproche.
Hay personas que siempre están poniendo defectos al otro. Resultan insoportables.
Para que el reproche sea eficaz debe ser oportuno.
Y, por supuesto, nunca delante de terceras personas.

Para remediar las desavenencias en el matrimonio te recomiendo este libro excelente: Felicidad conyugal: sus obstáculos; su éxito20.
Además de ser un libro provechosísimo para los casados, también lo es para los que se acercan al matrimonio; para que sepan, desde el principio, evitar todos los pasos que les aparten de la felicidad conyugal.

El matrimonio, como todas las cosas, tiene su lado negro; y es necesario soportarlo.
El sufrimiento es en esta vida inevitable, y hay que aceptarlo.

Para consultar el artículo completo:

Armonía matrimonial (1)

Armonía matrimonial (2)

  1. ENRIQUE ROJAS: El amor inteligente, IV, 5. Ed. Temas de hoy, Madrid. 1997. regresar
  2. Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes: Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, nº 48 regresar
  3. ANA MOW: El secreto del amor matrimonial, 2ª, VIII. Ed. SAL TERRAE. Santander. regresar
  4. PABLO POVERA: Vive tu vocación, XVII. Ed. Herder. Barcelona regresar
  5. ROBINSON: Educación sexual y conyugal, 4ª, III, 2. Ed. Mensajero. Bilbao. Este magnífico libro deberían leerlo todos los chicos y chicas a partir de los 18 años. Informa admirablemente de todo lo que deben saber los jóvenes, los novios y los esposos sobre la vida sexual. regresar
  6. MARABEL MORGAN: La mujer total,VI. Ed. Planeta. Barcelona. 1976. Este libro deberían leerlo todas las casadas. Si cumplieran los consejos que aquí se dan, muchos matrimonios irían mejor. regresar
  7. Dr. VALLEJO-NÁJERA en TVE el 8-II-79 a las 4 de la tarde. regresar
  8. CHARBONNEAU: Noviazgo y felicidad, V, 2. Ed. Herder. Barcelona, 1970 regresar
  9. Evangelio de SAN MATEO, 18:22 regresar
  10. CHARBONNEAU: Noviazgo y felicidad, V, 3, c. Ed. Herder. Barcelona, 1970 regresar
  11. ENRIQUE ROJAS: El amor inteligente,II. Ed. Temas de hoy. Madrid.1997 regresar
  12. JUAN LÓPEZ PEDRAZ, S.I.: Tres trampas en el noviazgo, XIII. Ed. Paulinas. Caracas, 1978 regresar
  13. ÁNGEL DEL HOGAR: Felicidad conyugal. Ed. Desclée. Bilbao regresar

Armonía matrimonial (3) Cuando los dos esposos procuran complacerse mutuamente, por encima de los intereses y gustos particulares de cada uno, el matrimonio es mucho más suave.

Armonía matrimonial (3)

Nunca deberemos olvidar que incluso en un matrimonio en el que reine un verdadero amor, siempre habrá lugar para el sacrificio. A veces puede ser necesaria una autodisciplina, tan recomendada por la ascética cristiana, para el control sexual de los esposos.
Incluso en la formación integral prematrimonial, siempre deberá promocionarse el sacrificio como elemento indispensable del matrimonio cristiano.

La felicidad de un matrimonio no se hunde porque en alguna ocasión pueda haber un disgusto.
Son consecuencia de la fragilidad humana.
Pero siempre sale el sol después que pasan los nubarrones.
Cuando hay amor y virtud las dificultades son más llevaderas.
Es muy difícil que en un matrimonio no surjan problemas.
Lo importante es que se mantenga el amor, y se sobrelleven con virtud los defectos de la otra persona.
Y no contar a terceros las desavenencias conyugales; a no ser para pedir consejo a persona amiga e imparcial.

Los esposos deben saber apreciarse mutuamente.
Que la mujer aprecie el trabajo de su marido, su prestigio social, su responsabilidad, sus éxitos, etc.
Que el marido sepa apreciar lo que supone la consagración total de la mujer a los hijos y al hogar.
Jamás decir nada que pueda suponer menosprecio del otro, aunque sea una pequeñez.
Dar siempre a entender, en el hablar, que se siente admiración por el cónyuge.
«Uno de los puntos esenciales para mantenerse enamorado es seguir admirando al otro y alimentando las bases positivas que hicieron nacer ese amor. (…) El amor es como el fuego. Hay que avivarlo. si no, se apaga. Hay que nutrirlo de detalles pequeños»21.

«A una persona se la conoce cuando sabemos qué valores tiene. Compartir sus valores es el primer pasom para el amor»22.

No es raro el enfrentamiento entre nuera y suegra.
Las dos aman al mismo hombre y pueden surgir celos entre ellas.
El perjudicado es el hombre que quiere hacer feliz a su mujer, pero no puede desatender sus obligaciones de hijo.
El ideal sería que las dos fueran comprensivas.
La nuera comprendiendo que su marido tiene que atender a su madre.
Y la suegra no entrometiéndose en el matrimonio.
Muchos matrimonios han fracasado por las intromisiones de las suegras.
Los matrimonios deberían colocar el cartelito de PRIVADO sin que por eso la suegra se sienta rechazada23.

Otra dificultad puede estar en los antiguos amigos de cada cónyuge.
A veces son de ambientes muy distintos, pero ambos deberían ser agradables con los amigos del otro.
Pero ambos, también, ser prudentes para evitar que un antiguo amigo o amiga sea un «intruso» en su matrimonio24.

¿Cómo hacer fracasar un matrimonio?
1º Abandonar las muestras de amor al otro cónyuge.
2º Dejarse llevar del amor a tercera persona.
3º Supervalorar los defectos del otro cónyuge.
4º Contestarle mal y alzarle la voz.
5º Prolongar los pequeños enfados, mantener la mala cara y ser difíciles para perdonar y pedir perdón, cuando sea necesario.
6º Desinteresarse de las cosas del otro.
7º Despreocuparse de hacerle feliz.
8º Molestarle continuamente.

Para salir del conflicto matrimonial:
1º Tomar conciencia del problema.Nada se resuelve si no se conoce su existencia.
2º Que los dos quieran resolverlo.
3º Buscar las causas que lo han originado.
4º No echarse la culpa mutuamente.
5º Perdonar: pedir perdón; ofrecer perdón.
6º Partir de lo que los une, y apoyarse en ello.
7º Buscar posible solución.
8º Diálogo: Ponerse a hablar. Preguntarse, ¿qué nos pasa?
9º Escuchar. Aguantar. Tolerar.
10º Buscar ayuda en tercera persona (amigo, consejero, sacerdote); pero no para que nos dé la razón a nosotros.

La felicidad del hogar no puede buscarla cada uno independientemente del otro.
Ha ha de ser felicidad de los dos al mismo tiempo.
El amor es un encuentro interpersonal de un «yo» con un «tú» para formar un «nosotros».

«El auténtico amor no busca que la otra persona le haga feliz a uno, sino que uno busca hacer feliz a la otra persona, y en hacerla feliz encuentra su propia felicidad»25.

La felicidad conyugal es una conquista diaria. Fuego que no se alimenta, se apaga. Lo mismo ocurre con el amor Exige a uno y otro un empeño continuo para bien de la pareja y del hogar. No siempre es fácil comprenderse. Hace falta cierto esfuerzo para salir de sí mismo y encontrar el camino de la armonía.

Amar es, ante todo, buscar el bien del otro.
Hay matrimonios que, después de muchos años, se quieren más que en sus primeros tiempos, precisamente por el mutuo perfeccionamiento conseguido con este continuo vencimiento para hacerse mutuamente felices.
Si quieres evitar muchos disgustos en el matrimonio, busca complacer y hacer feliz a tu cónyuge antes que tus gustos y comodidades.
Cuando los dos esposos procuran complacerse mutuamente, por encima de los intereses y gustos particulares de cada uno, el matrimonio es mucho más suave.
Extremar la delicadeza en todo momento, la higiene íntima, los modales educados. La grosería, el descuido, la indelicadeza, la suciedad, llevan al fracaso matrimonial.
La mayor intimidad exige el máximo cuidado en la persona y en los actos, si no se quiere labrar la propia desgracia, destrozando afectivamente el matrimonio.

Mujer, para tu armonía matrimonial:
1. Acepta a tu marido como es.
2. Admíralo en sus valores. Un hombre se siente feliz al verse admirado por su mujer. En cambio una de las cosas que más le humilla es ver que ella le desprecia. El desprecio mata el amor.
3. Adáptate a su vida y no intentes que la cambie por ti.

Para procurar la felicidad de tu esposo, debes caer en la cuenta de que su psicología es muy distinta de la tuya.
«La clave de la psicología masculina está precisamente en el predominio de las facultades de acción (razón y voluntad) y en el desarrollo menor de la sensibilidad. (…)La diferenciación sexual es algo que va con la naturaleza. No todo se debe a la educación. Aunque ésta puede influir también.
»Si una niña de cuatro años coge el lápiz de labios para pintarse delante de un espejo, piensas: «esta niña va a ser presumidilla».Y no te preocupas. Pero si esto lo hace un niño, te preocupas de que vaya a resultar afeminado. En cambio no te preocupas si le ves jugar con coches y aviones.
»El hombre, tiene necesidad de trabajar, organizar, construir. Puede pasar durante el noviazgo o los primeros meses de casado, por un período en que el amor lo ocupe todo. De ordinario esto no le dura mucho tiempo. Un hombre, verdaderamente tal, que pueda vivir del amor, no existe.
» Una mujer no puede ser más feliz que si se entrega a seres de carne y hueso. El hombre no tiene más dicha que cuando se entrega a los negocios, a la actividad, a una obra, sin que esto excluya su dedicación a la familia.Por eso debes comprender esta necesidad de acción de tu marido. Y no debes asombrarte de que tu marido no piense tanto en ti, como tú piensas en él o en tus hijos.
No acoses a tu marido exigiéndole que te dedique más tiempo, agobiarle así es contraproducente.
Todo hombre se vuelve hacia la actividad exterior. Es feliz cuando construye, crea algo. La mujer no desenvuelve su verdadera naturaleza más que cuando se entrega a un gran amor, y puede sacrificarse por los seres a quienes ama»26.
No exijas a tu marido una delicadeza y una ternura que «a él no le va».
Los hombres son más fáciles a expresar su desagrado que su satisfacción.
Tú procura hacer bien todas las cosas. Pero no esperes una alabanza de tu marido por ello. Él está acostumbrado a que en su trabajo no se le suele felicitar por lo que está bien hecho. Eso suele ser lo normal. En cambio se le reprende si algo no está bien. Fácilmente él emplea la misma táctica en casa. Es lógico que a ti te gustaría que te agradezca el esmero que pones en tus cosas. Pero a él, ni se le ocurre. No lo lleves a mal. Es el modo de ser del hombre27. La esposa debe ayudar al marido a que vaya conociéndola cada vez mejor «descubriéndole cada vez más el alma femenina: sus anhelos íntimos, sus quejas, sus ilusiones, lo que le duele, desanima o humilla, lo que espera o desencanta de él»28.
Tu marido quiere que necesites de su amor. Disfruta, si tú disfrutas con él. Procura conseguirlo y decírselo. Le llenará de satisfacción29.
Puede ocurrir que tu amor no sea tan apasionado como el suyo; pero siempre puedes mostrarte cariñosa y complaciente. No es el momento de hablarle de temas que nada tienen que ver con este asunto.
Cuando tengas que negarte, hazlo con delicadeza. Que quede bien claro que no lo rechazas a él, que estás deseando complacerle, pero en otro momento.

El hombre es consciente de su fuerza física en contraposición a su esposa.
Y no es haciendo prueba de fuerza como la esposa obtendrá algo de su marido, sino tomándolo en el momento oportuno por la ternura.
La mujer es débil ante el marido cuando pretende usar la fuerza; es fuerte y omnipotente sobre él cuando obra por la ternura. Dulzura, paciencia y tiempo hacen más que fuerza y rabia30.

Para saber interpretar diversas actitudes de tu esposo, te conviene saber que el hombre es más amigo de sus comodidades y de su bienestar, que la mujer.
Es sensual en todo el sentido de la palabra.
La mujer sacrifica regularmente sus comodidades a su vanidad. Es capaz de hacer grandes sacrificios para estar bella.
El hombre, por el contrario, sacrifica alegremente su vanidad a sus comodidades: se quita la corbata, o crea modas que la suprimen; se pone en mangas de camisa, se instala cómodamente en el mejor sillón, ronca allí. Y no se molestará en echar la ceniza dentro del cenicero.

He aquí unas normas para tu vida como esposa y madre:

Serás una celosa y prudente administradora. No permitas lujos que tu posición no te admita.
Tampoco pasarás la vida protestando porque los cortos ingresos de tu marido te impiden competir socialmente con amigas tuyas.

No le darás demasiada importancia a tu propia familia, ni le darás demasiada poca a la de tu esposo. Aunque ames a los tuyos como siempre y te encante visitarlos frecuentemente, tendrás presente que el primero y más grande amor de tu vida es tu marido.
No amargues la vida de tu esposo manteniendo relaciones tirantes con su familia.
A sus padres, míralos como si fueran los tuyos.
Nunca hables mal a tu marido de su familia, y menos de su madre. Instintivamente cogemos antipatía a las personas que nos hablan mal de quienes amamos.
La esposa no debe tener celos de que su marido tenga con su madre las atenciones que no pueden faltar en todo buen hijo; ni de que su suegra tenga por su hijo el interés natural en toda madre.

Embellecerás tu hogar y serás tú misma el motivo central de la decoración.
Con eso lograrás que tu esposo no pierda el gusto hacia el hogar y hacia ti.
Por muy modesto que sea tu hogar, si despliegas tu ingenio y tu buen gusto, puedes convertirlo en un bello retiro lleno de luz y alegría, donde tu esposo ansíe refugiarse después de las largas jornadas de trabajo.
Que el marido esté en casa cómodo y a gusto. Los griegos decían: «Mucho hogar, esposo firme».