Defender los valores

Defender los valores, no acobardarse

“Tiempos recios” llamaba Santa Teresa de Jesús a los de su época, la del siglo XVI. Pero en esos tiempos se forjaron los mejores santos de la historia de España. Hoy también vivimos tiempos recios. Los acontecimientos se suceden a ritmo vertiginoso. No nos da tiempo a recibir una noticia cuando tenemos otra encima, peor que la anterior. Realmente, vivimos tiempos recios en el campo de la fe.

Imágenes blasfemas contra la Virgen y contra Jesucristo, que ofenden a Dios hiriendo lo más profundo de la sensibilidad cristiana, realizadas con esa intención expresa. Colaboración institucional en un suicido, que se presenta como muerte digna, desconectando el respirador y ampliando la noticia por todos los medios, abriendo camino a la eutanasia. Excarcelación de un criminal para obtener una rentabilidad política, sin arrepentimiento por su parte y con humillación para las víctimas. Las trabas de todo tipo a la enseñanza de la religión en la escuela, cuando la piden el 80 % de los padres en toda España (más del 82 %, en nuestra diócesis de Tarazona). La implantación de la asignatura Educación para la Ciudadanía, a través de la cual adoctrinar a nuestros niños y jóvenes sobre la ideología de género, en contra del parecer de sus padres. La desaparición del verdadero matrimonio del ordenamiento jurídico, con la unión de personas del mismo sexo y el divorcio exprés, etc. etc. Y lo que venga.

Son muchas cosas a la vez y ninguna sucede por causalidad o como un hecho aislado, sino que están relacionadas unas con otras. Se trata de imponer a la fuerza el Estado laicista, confesionalmente ateo. Se trata de borrar del mapa a Dios y a quien lo represente. Estamos asistiendo a una persecución declarada contra la religión y contra la Iglesia católica, que desborda las fronteras de nuestra patria, pero que ha encontrado en España un fuerte punto de apoyo. Una persecución con guante blanco, de manera que no se note y nadie pueda reaccionar. Pero en esta situación Dios quiere sacar bienes para nosotros, Dios quiere forjar grandes santos, si tenemos fe.

Se acusa a la Iglesia de trasnochada. Se la presenta como una institución obsoleta y pasada de moda, que sólo pretende mantener privilegios del pasado. Se rechaza frontalmente toda moral que venga dada al hombre o por su naturaleza humana o por la revelación de Dios. “Aquí no hay más ley ni más moral que la del Parlamento”, me decía un alto cargo político. “Será para Vd., que vive de eso. Yo vivo de la ley de Dios”, le respondí. “Y hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, como declaró san Pedro ante los tribunales (Hech 5,29).

Tiempos recios, que nos invitan a reforzar nuestra fe, acercándonos más a Dios, y a demostrar esa fe en un testimonio de amor a los demás. En esta barca tan zarandeada por las olas, va Jesucristo con nosotros, que nos invita a echar de nuevo las redes y a no perder la confianza en su victoria. La Iglesia no tiene que imitar las formas del mundo para cumplir su misión, sino sacar de su entraña los mejores jugos maternales con los que alimentar al hombre de hoy, sediento de verdad y de justicia. Estos tiempos recios nos llevarán a una mayor autenticidad de nuestra fe.

Si no estamos dispuestos a perder nada, lo perderemos todo. Sólo sacaremos provecho de todo esto si estamos dispuestos al martirio, “a derramar nuestra sangre en la lucha contra el pecado” (Hbr 12,4). El cristianismo se ha difundido siempre con la valentía y la fortaleza de los mártires. Los mártires anuncian con fuego la verdad que nos salva, y están dispuestos a morir amando. El mártir sabe que nada ni nadie podrán separarnos del amor de Dios. Y eso es lo que siempre ha convencido.

Carta pastoral de Mons. Demetrio Fernández González, Obispo de Tarazona (marzo 07)