Educar a la generación interactiva

Educando a la generación interactiva: el desafío de los “niños pantalla”. ¿Amenaza, oportunidad o reto?

Para abordar el tema que nos ocupa, caben dos actitudes o predisposiciones radicalmente opuestas, que marcarán el tono de nuestro ensayo. La primera postura sería la del adulto que ve a la actitud (y la aptitud) de la generación interactiva (la generación de nuestros hijos) como una amenaza, un problema, algo que hay que atacar de frente porque destruye la sociedad, la enquista y la ensucia. La segunda posición, que es la que adoptaremos en este escrito, se define por una visión optimista y positiva ante lo que podríamos denominar como “niños pantalla”. Establecida nuestra visión del tema a desarrollar, procedemos a exponer distintas ideas que pudieran arrojar alguna luz a quienes estén interesados en el reto de educar a una generación que no ha traído un pan debajo del brazo, sino el ratón del ordenador o una PSP.

Cinco o seis generaciones atrás, muchos de nuestros familiares no sabían leer ni escribir; el nivel de analfabetismo en el primer mundo, aunque no alcanzaba cotas desmesuradas, si afectaba a una pequeña parte de la población. Es probable que algunos de nuestros abuelos consiguieran aprender a leer cuando ya rebasaban la mayoría de edad. Para este objetivo, usaba los autores clásicos y la unión letra a letra, sin apenas entender lo que decían. La generación anterior a nosotros se inició en la lecto-escritura con cuadernillos específicamente editados para ello, y nosotros aprendimos ya a utilizar fichas creadas para la estimulación temprana de la lectura. Si nuestros hijos mayores aprendieron a leer fijándose en las vallas publicitarias de las carreteras o mirando fijamente la marca de la caja de las galletas, ¿qué tiene entonces de malo que los más pequeños aprendan a leer mirando una pantalla de ordenador?

Las nuevas tecnologías han entrado en nuestras familias, y ello repercute de manera directa en nuestro modo de vida. Se habla no ya de la Tv-generation, sino de la Net-generation. Todavía no podemos calibrar suficientemente la repercusión del cambio de una cultura basada en los libros a una cultura multimedia dominada por los ordenadores, los teléfonos móviles, las videoconsolas, y todo tipo de artilugios con una pantalla luminosa de mayor o menor tamaño.

Tomando como fuente de información el ensayo de Begoña Gros citado por Fernando García Fernández en su artículo ¿Nuevos niños, nueva educación?, la generación digital presenta unas características especialmente relevantes: poseen una gran destreza para procesar la información con rapidez y son capaces de ejecutar varias tareas a la vez: ¿quién no ha observado a un hijo suyo jugando con el móvil a la vez que realiza los ejercicios escolares? Se ha roto la linealidad en el acceso a la información y los textos vienen siempre acompañados por una imagen. La generación digital “está creciendo en un mundo conectado sincrónica y asincrónicamente. Por este motivo, esta nueva generación tiende a pensar de forma diferente cuando se enfrenta a un problema: cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede resolvérselo, con la única condición a priori de que esté conectada a internet”.[1] El modo de obtener la información que necesitan es inmediato; no pierden ni un minuto en consultar un manual.

Todas estas características suponen un reto nuevo y maravilloso para los padres a la hora de plantearse una nueva forma de educar a nuestros hijos. La mediación en la familia, entendida en el contexto de la educación en cuanto al uso de las pantallas en el espacio familiar, guarda relación directa con los cuatro modelos de comunicación familiar que cita el Profesor Bringué[2]. Este paradigma fue propuesto por Newcomb y define la estructura de la comunicación familiar según dos orientaciones: la social y la conceptual. Así, se pueden definir cuatro modelos distintos de comunicación familiar:

  • Laissez faire: ninguna de las dos dimensiones está suficientemente consolidada y no existe comunicación entre los padres y los hijos.
  • Protector: se potencia desde la comunicación familiar una armonía social basada en la obediencia, evitando que los niños tengan un criterio propio.
  • Se discute entre padres e hijos de manera abierta sin forzar una obediencia a la autoridad establecida. Lo que se fomenta es el contraste entre las opiniones de las distintas partes.
  • Consensuado: es un punto medio de todos los anteriores. Desde la familia se favorecen todos los tipos de comunicación pero sin que varíe la jerarquía familiar y la armonía interna.

La reflexión sobre la mediación familiar con nuestros hijos interactivos también depende de otras variables, como la edad y el sexo de los padres o sus condiciones culturales.

Siguiendo el mismo artículo del Profesor Bringué, podemos hablar de tres condicionantes de esta nueva mediación familiar frente a las pantallas. La aparición de los nuevos medios implica un nuevo modo de establecer las relaciones de autoridad entre los padres y los hijos. Los padres pertenecen a la Tvgeneration, y nuestros hijos a la Netgeneration. Poseen un conocimiento y un manejo de internet, videojuegos, móviles etcétera que “puede llegar a cuestionar su autoridad para ejercer cualquier mediación”[3]. Por tanto, la falta de conocimiento por parte de los padres es el primer condicionante de la mediación familiar hacia los hijos. Este problema puede ser superado, lo cual implica cierto esfuerzo por nuestra parte. Aprender a manejar un móvil con el dedo pulgar de la mano derecha no es cosa fácil. En segundo lugar, podemos decir que en la mayoría de las familias son las madres las que han ejercido la labor mediadora hasta la aparición de las nuevas pantallas. Los medios más controlados por los progenitores son la televisión y el teléfono, cuestión que una vez más depende de la madre. Sin embargo, la figura paterna parece hacerse cargo del uso de internet y de los videojuegos. En último lugar, es importante tener en cuenta que han cambiado los contenidos específicos que los padres deben controlar en las nuevas tecnologías. Cuestiones como la violencia o el sexo parecen ocupar los primeros lugares en cuanto al objeto de preocupación de los padres. Otra fuente de conflictos frecuentes se encuentra en el número de horas que los hijos dedican al uso de las nuevas pantallas, lo cual suele repercutir directamente en el rendimiento escolar; en definitiva, “la mediación familiar se basa, en gran medida, sobre el cuanto y abandona el objetivo de trazar criterios sobre el que, y termina centrándose exclusivamente en la resolución de conflictos derivados de la competencia entre distintas actividades”[4].

Qué duda cabe que la vida familiar ha cambiado. Sin embargo, frente a la visión negativa de quienes ven en los nuevos medios tecnológicos un problema para nuestros hijos, es importante analizar las ventajas y oportunidades que estos medios proporcionan para la educación en las distintas etapas de la niñez, adolescencia y juventud. Vivimos en un mundo global, vivimos en el mundo de la imagen. Información sin imagen no sirve, texto sin fotografía no tiene valor para el gran público. La imagen es siempre algo bueno (la buena imagen) porque completa y complementa la información. La imagen comunica, la imagen es bella. Por esto, es importante aprender a discernir la bondad o maldad de la imagen que uno tiene delante. El ejemplo de los padres es una vez más, decisivo a la hora de educar a nuestros hijos en el uso de las nuevas tecnologías: “nuestro uso de internet es el marco de referencia a imitar por parte de los hijos. Al igual que ocurre con la tele o la revistas, el “como” nosotros utilizamos estos medios habla a nuestros hijos del auténtico deber ser”[5].

Hemos citado anteriormente que una de las preocupaciones predominantes de los padres es el peligro que supone para nuestros hijos la percepción visual inmediata de imágenes de sexo o violencia. También es motivo de preocupación frecuente la pederastia o el abuso sexual. En el caso del chat o del Messenger estas cuestiones son especialmente conflictivas. No es lo mismo un Messenger que un chat. En el primer caso el anonimato es menor, y por tanto parece que podría haber un menor peligro en cuanto al ocultamiento de la identidad. Ambos son sistemas de mensajería instantánea, y es el medio más utilizado por los jóvenes hoy en día. Este tipo de comunicación obliga de algún modo a los padres a ejercer una vigilancia constante sobre los rápidos dedos de nuestros hijos. En el libro anteriormente citado se mencionan algunas normas de prudencia: que el chat sea cerrado, que esté moderado y necesite acreditación. Es necesario vigilar a la lista de contactos y fijar el lugar, el momento y la duración del chateo. Debemos advertir a nuestros hijos que nunca deben facilitar datos personales a través de internet. La instalación de filtros y otras herramientas de seguridad casi se da por supuesta en la mayoría de las familias.

Sin embargo, es necesario educar la responsabilidad de nuestros hijos para que adquieran criterio para dar un buen uso a lo que, en sí mismo, no tiene por qué ser negativo: la imagen y la comunicación. Es en la familia principalmente, con la ayuda de la formación y educación que se imparte en el colegio, donde se debe perfilar y dar las claves a los niños y adolescentes para que adquieran ese criterio del que hablamos, aún sin ser conscientes ellos mismos. Hablamos, en el fondo, de algo que comúnmente se llama educación de la sensibilidad. Dar criterio sobre el uso por parte de los padres a los hijos les enseñará a distinguir lo que está bien de lo que está mal. Profundizar sobre esta cuestión supone un esfuerzo importante para los padres, puesto que nos obliga en cierto modo a formarnos en una materia que apenas acabamos de empezar a dominar. ¿Dónde se encuentra el límite entre lo que se puede ver y lo que no? ¿Cómo sé si estoy en el punto de la adicción o del simple uso? ¿Estoy enganchado -está mi hij@ enganchad@- al chat, al móvil, a la PSP, a internet? ¿Qué problema hay en tuenti y facebook? Los adultos, los padres, no podemos hablar de estos temas y dar cánones de comportamiento a nuestros hijos, llegando incluso a prohibir su uso, si no conocemos este mundo desde dentro. Refiriéndonos a los cuatro modelos de comunicación familiar que hemos citado, debemos tender a un modelo consensuado. Esta situación supone, evidentemente un nuevo modo de comunicación intra-familiar que permite educar y dar criterios de actuación a la generación interactiva.

La actividad mediadora de los padres está cambiando; no podemos culpar de este cambio a la aparición de las nuevas pantallas, puesto que esto supondría cierta simplicidad por nuestra parte. Sin embargo, un nuevo modo de vida exige un nuevo modo de educación, sin olvidar toda la carga experiencial que poseemos. Podríamos citar diversos estudios e investigaciones sobre la generación interactiva. Destacamos la investigación realizada por Xavier Bringué y Charo Sádaba[6]. El estudio fue realizado entre los años 2005 y 2007 sobre 10.394 alumnos procedentes de nueve comunidades autónomas. El objetivo del trabajo es “investigar a escolares que se sitúan en vanguardia en el uso de las diversas pantallas”[7]. En el estudio se reflejan tablas, gráficas, etc. El cuestionario dado a los alumnos consta de 98 preguntas. Se tiene en cuenta la estructura familiar, el nivel educativo de los progenitores y el entorno escolar. Como el artículo es exhaustivo nos resulta imposible reflejar los datos completos en éste escrito, puesto que el contenido de las preguntas es muy amplio. Remitimos directamente a su lectura.

Las respuestas son tremendamente esclarecedoras a la hora de interpretar los comportamientos de niños y jóvenes frente a las nuevas tecnologías. Por citar un ejemplo, frente a la pregunta “¿qué prefieres hacer después de cenar?”[8], el 30% prefiere mirar la televisión, el 10% a escuchar música, algo más de un 5% charlar con sus padres y hermanos, un 20% conectarse a internet, un 10% videojuegos, y uno 8% irse a dormir. De esta simple pregunta, podemos concluir que domina claramente el uso de las pantallas, sean del tipo que sean.

Pero los padres no podemos demonizar a la “generación interactiva” viendo sólo su lado negativo, sólo aquello que consideramos perjudicial, y menos aún si no lo hemos comprobado desde dentro, si no conocemos lo que es, su jerga, su esquema mental regido por la imagen visual y la interactividad. Es en este sentido en el que el Profesor Bringué habla de que “en el hogar, el adolescente debe adquirir las pautas y criterios sobre el uso de las pantallas por interacción con padres y hermanos”. Aprovechemos pues, la dimensión interactiva de las nuevas tecnologías para mejorar la convivencia familiar dirigiendo nuestros esfuerzos educativos para conseguir una integración-interacción familiar feliz y satisfactoria.

Por Isabel Rincón García

[1] GARCÍA FERNÁNDEZ, F. Nuevos niños, nueva educación. Colegio Irabia. 2006

[2] BRINGUÉ SALA, X. Las pantallas y la familia. Universidad de Navarra. 2006

[3] BRINGUÉ SALA, X. Art.cit. pág. 345

[4] BRINGUÉ SALA, X. Art. Cit.

[5] GARCÍA FERNÁNDEZ, F. y BRINGUÉ SALA, X. Educar hijos interactivos. RIALP. Madrid. 2007. Pág. 51

[6] BRINGUÉ, X. y SÁDABA, Ch. Una generación frente a las pantallas. RIALP. Madrid. 2009

[7] BRINGUÉ, X. y SÁDABA, Ch. Op. Cit. Pág 59

[8] BRINGUÉ, X. y SÁDABA, Ch. Op. Cit. Pág 111