La dignidad humana del embrión

La dignidad humana del embrión

 

El problema para adjudicar una determinada categoría ontológica al embrión, no está en el dato científico, como aquí creo que ha quedado claramente demostrado, está en el rango ético que se le asigne al embrión humano, en la política moral que se le aplique. Según una política de respeto, todo ser humano ha de ser reconocido y tratado como tal, por su dignidad humana intrínseca, que lo hace intangible. Según una política de poder y utilidad, el ser humano tiene la dignidad que otros le conceden y nada más, son los parlamento, los padres, los medios, los investigadores, los filósofos, la sociedad en general, quíenes le conceden o no dignidad y derechos, quienes determinan desde cuando y hasta cuando es sujeto de esa dignidad. En este contexto de dignidad concedida por otros se negocia la dignidad del embrión humano, y se le desprové de ella cuando objetivos científicos, comerciales o incluso de un pretendido humanitarismo lo aconsejan. Sin duda, esta última postura es un reflejo del pragmatismo que domina la bioética europea contemporánea y que no hace sino asumir las corrientes dominantes del modelo americano, el cual no ofrece otra solución ética a los problemas biomédicos que no sea la minimalista y la pragmática, todo ello adobado por un fondo proporcionalista, que considera que los beneficios que se derivan de la investigación con embriones superan al respeto que esos embriones humanos merecen, algo contrario al personalismo que antepone la dignidad del embrión, a cualquier otro bien que   de su manipulación se pudiera conseguir, en consonancia con el imperativo kantiano que afirma que el hombre es un fin absoluto, que nunca puede utilizarse como medio, por muy excelentes que parezcan los fines. Principio que mutatis mutandi puede ser sin duda también aplicado al embrión humano.

 

Durante sus primeros 14 días de la vida, el ser humano, ese joven embrión, es objeto de amplias y diversas amenazas, directas o indirectas, entre las que cabe destacar:

  1. Todos los ataques a la vida embrionaria secundarios a las técnicas de regulación de la fertilidad humana y de la denominada contracepción de emergencia.
  2. La pérdida de embriones humanos que se da a causa de las técnicas de fecundación in vitro.
  3. Los procesos de congelación y descongelación a que son sometidos los embriones sobrantes de estas técnicas de procreación asistida, con vista a su posterior utilización experimental.
  4. El uso del diagnóstico preimplantacional con diversas finalidades, como pueden ser, la elección de sexo o la selección de embriones sanos con presumibles objetivos médicos, pero siguiendo pautas experimentales difícilmente separables de la más cruda manipulación eugenésica.
  5. La denominada clonación terapéutica de embriones humanos, tanto si se utilizan para obtener células madre  o  troncales,  para ser usadas en la medicina  regenerativa y reparadora,  como  si se usan exclusivamente para experimentaciones biomédicas.
  6. Y, finalmente, la fabricación de embriones y posteriormente niños, para conseguir tejidos que puedan ser utilizados terapéuticamente, los denominados niños-medicamento.

La valoración moral o ética de todas estas acciones ‑utilizaremos de forma sinónima  ética y moral, pues ambas tienen el mismo significado etimológico, difiriendo únicamente en la raíz lingüística, griega o latina, de la que proceden-, se funda esencialmente en que en todas ellas se manipula la vida humana, llegando en muchos casos a destruirla, por lo que un aspecto fundamental para poder valorarlas éticamente es determinar cuando se inicia dicha vida, pues de esta premisa biológica depende el juicio ético que merezca la manipulación y destrucción de esos embriones tempranos. Si esos embriones son un ser humano que ya ha iniciado su andadura vital, su destrucción será éticamente inadmisible; sin son un conglomerado de células que no llegan a constituir ninguna realidad biológica organizada, podrían ser manipulados, e incluso destruidos, sin que estas acciones merecieran la más mínima reprobación moral.

Es un argumento tradicional en defensa de la individualidad  del embrión humano de pocos días afirmar que ya en el genoma del cigoto está contenida toda la información genética necesaria para que ese nuevo ser se desarrolle completamente hasta su condición de ser adulto vivo. Es decir, que en su genoma está determinada su identidad genética, base de su identidad individual. Si nada orgánico externo modifica el contenido genómico de ese individuo biológico naciente, ya que del mundo circundante, únicamente recibe órdenes que contribuyen a regular su propio desarrollo, es difícil, por no decir imposible, identificar  salto alguno en su evolución vital que pueda suponer el inicio de una realidad genómica distinta a la anterior. La evolución de ese ser es un proceso biológico continuo que va dando lugar a las distintas etapas de su desarrollo, dentro de la unidad vital que lo identifica como un único ser humano vivo desde la impregnación del óvulo por el espermatozoide hasta su muerte natural.