Masturbación: FAQ

PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE LA MASTURBACION

  • Se han utilizado las diversas fuentes:
    • Documento Persona humana.
    • Apartado “masturbación” del capítulo “Jesús y los problemas de la vida sexual”, del libro de Mons. André Leonard, obispo de Namur (Bélgica) publicado por MC, Madrid 1994: La Moral sexual explicada a los jóvenes.
    • Algunos párrafos –adaptados- del apartado “Autoerotismo” del libro Educación de la sexualidad de José Antonio López Ortega, Eunsa. Bastante recomendable.
    • Adaptación de algunos textos de Consideraciones pastorales, de M. A. Monge, en Medicina Pastoral, Eunsa, 2002.
    • Adaptación del apartado “masturbación” de Teología Moral de Aurelio Fernández, Burgos 1996.
    • Adaptación de Compendio de la Moral Católica de Jean Marie Aubert, Edicep, 1987.
Estas preguntas y respuestas se dirigen fundamentalmente a los jóvenes cristianos que se esfuerzan por vivir la virtud de la Pureza y deben explicar a sus amigos, en un contexto pagano, este aspecto de la virtud de la castidad.

  • En los libros y documentos que se han citan se encuentran muchos más matices y consideraciones, que los confesores tienen habitualmente en cuenta.

Documento Persona humana:

  1. C. Malicia intrínseca de la masturbación

Con frecuencia se pone hoy en duda, o se niega expresamente, la doctrina tradicional según la cual la masturbación constituye un grave desorden moral.

Se dice que la psicología y la sociología demuestran que se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo en los jóvenes, y que no se da falta real y grave sino en la medida en que el sujeto ceda deliberadamente a una autosatisfacción cerrada en sí misma (ipsación); entonces sí que el acto es radicalmente contrario a la unión amorosa entre personas de sexo diferente, siendo tal unión, a juicio de algunos, el objetivo principal del uso de la facultad sexual.

Tal opinión contradice la doctrina y la práctica pastoral de la Iglesia Católica.

La razón principal es que el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine. Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero.

A esta relación regular se le debe reservar toda actuación deliberada de la sexualidad.

Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en consideración. Pero entonces se constatan hechos. Y los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos.

La frecuencia del fenómeno en cuestión ha de ponerse indudablemente en relación con la debilidad innata del hombre a consecuencia del pecado original; pero también con el olvido del pudor, custodio de la castidad.

Ayuda a ver cómo la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de ella, el desequilibrio psíquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta, atenuando el carácter deliberado del acto, y hacer que no haya siempre falta subjetivamente grave.

Sin embargo, no se puede presumir como regla general la ausencia de responsabilidad grave. Eso sería desconocer la capacidad moral de las personas.

En el ministerio pastoral deberá tomarse en cuenta, en orden a formar un juicio adecuado en los casos concretos, el comportamiento de las personas en su totalidad; no sólo en cuanto a la práctica de la caridad y de la justicia, sino también en cuanto al cuidado en observar el precepto particular de la castidad.

Se deberá considerar en concreto si se emplean los medios necesarios, naturales y sobrenaturales, que la ascética cristiana recomienda en su experiencia constante para dominar las pasiones y para hacer progresar la virtud.

  • ¿Qué se entiende por masturbación?

 

  • Darse a sí mismo el placer sexual, en solitario, por excitación voluntaria de las partes genitales.

 

En el autoerotismo, la sexualidad aparece como la posibilidad de un placer, de una descarga tension-distensión que restablece un equilibrio en la persona: se estructura así la percepción subjetiva del impulso sexual como una necesidad coactiva y cíclica.

Tal percepción, y el uso que de ella se hace en la masturbación, carece de un elemento directa y realmente personal, que, al máximo, puede ser simplemente figurado en la propia fantasía: esto es, la finalización del impulso sexual no encauza a una salida de si mismo para dirigirse a otra persona, sino a simular la causa neurofisiológica que produce la descarga de tensión con una estimulación genital.

Pero una acción así no puede hacer referencia a una motivación de sentido último, a la realidad de una excelencia de plenitud: está vacía de realidad verdaderamente humana, de una reciprocidad en la que el hombre puede encontarr verdadera compañía.

Por ello, se trata de una acción que, independientemente de la últerior intencionalidad subjetiva que tenga el sujeto y de su responsabildad, no ordena a la persona a una plenitud de vida, sino que la cierra en su soledad.

Actuando así, se desvirtúa el sentido humano de la sexualidad, considerando el cuerpo como objeto de placer y no como sujeto de amor, que en su mismo dinamismo corporal está refiriendo a la búsqueda de una comunión».

José Noriega, El destino del eros, 85

 

  • ¿Cómo la juzga la Iglesia?
  • Enseña que es siempre objetivamente una grave ofensa a Dios.
  • La Congregación para la Doctrina de la Fe, en su Declaración Persona Humana, nº 9 explica la razón principal por la que la considera una ofensa grave: porque
    • “el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine”.
    • Y señala que le falta “la relación sexual requerida por el orden moral, aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero”.
    • Y no sólo es el Magisterio de la Iglesia. Se ha pronunciado así el sentido moral de los fieles y de personas de tantas culturas a lo largo de los siglos. Por eso la Iglesia enseña:
      “Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado”. Declaración Persona Humana, nº 9.
  • ¿Por qué la Iglesia la reprueba?
  • Porque la Iglesia quiere preservar el verdadero amor:
    • Porque es un acto fuertemente egoísta, que no está al servicio del amor, ni de la vida. Implica un erotismo narcisista. Todo egoísmo es falta de amor a Dios, y aleja de la madurez y de la capacidad de entregarse totalmente a los demás.
    • Porque contradice el sentido cristiano de la sexualidad, vivida como futura alianza de amor entre dos personas.
    • Porque choca frontalmente contra la interrelación hombre-mujer, que es lo que define el sexo.
    • Porque utiliza la facultad sexual de un modo que va en contra de su finalidad natural: los órganos genitales tienen su función dentro de una relación de entrega íntima que solo es plenamente humana cuando se da en el entorno del matrimonio, donde unos e entrega totalmente al otro. Las entregas parciales, no comprometidas, o auto-entregas, son simulaciones y mentiras.
    • Porque sobrevalora el goce sexual independientemente del amor.
    • Porque en este caso el ejercicio de la vida sexual no es fruto del encuentro amoroso entre el hombre y la mujer, sino que cada uno se cierra en sí mismo, sin relación al otro.
    • Y porque en ella el sujeto se repliega sobre sí mismo, en un disfrute egoísta de sí.

En conclusión, la Iglesia considera que el único lugar donde debe practicarse la sexualidad es en el matrimonio: sólo en él la sexualidad es legítima y realiza su finalidad.

  • Pero esta valoración no sirve para los no cristianos…
  • Sirve para todos los hombres, ya que esta valoración no depende de la fe religiosa, sino de una verdad natural.
  • Pues muchos no le dan ninguna importancia.
  • Sí; pero no es bueno banalizar el problema, como si masturbarse fuese algo tan inocente como rascarse la naríz.
    • Hay dos actitudes:

      Una que no le da importancia a la masturbación, porque considera la relación hombre-mujer, casi de modo exclusivo, como una fuente pasional y egoísta de placer. Se acaba justificando cualquier modo de ejercicio sexual.

      Una actitud que integra la sexualidad en la concepción global de la persona, en el amor.

  • Entonces, ¿el cristianismo está en contra del placer?
  • No; y dejando claro que esta reprobación no es algo específico dell cristianismo, conviene recordar que el cristianismo acepta y ensalza el sentido satisfactorio del ejercicio sexual, cuando se realiza respetando su verdadero fin: el encuentro en el amor entre un hombre y una mujer, que se entregan mutuamente.
  • Es decir: la masturbación es un acto de egoísmo.
  • Todo esto debe valorarlo el confesor. Hay situaciones en las que intervienen otros factores:
    • falta de una educación adecuada desde la infancia.
    • influencia negativa por parte de otras personas, etc.
    • Habitualmente suele ser síntoma de otros problemas más profundos.
  • ¿Cómo cuales?

  • Cada persona es distinta, pero hay algunas causas que se dan con cierta frecuencia:
      • En ocasiones, procede de conflictos internos diversos.
      • Otras veces son fruto de una visión egótica de la sexualidad, que no ha superado el nivel genital.
      • O puede ser consecuencia de una inmadurez afectiva, de fracasos personales, de situaciones propias no aceptadas, de una huída de la realidad, etc.
      • Esos problemas pueden haber provocado una tensión sexual que el sujeto busca superar recurriendo a ese comportamiento, que le conduce muy pronto al vacío y al disgusto. 
  • Hay algunos jóvenes que la consideran conveniente y positiva
  • No hay que olvidar que el demonio es “mentiroso y padre de la mentira” y que seduce a muchos jóvenes –también cristianos- sugiriéndoles que la masturbación no es un pecado: ¡incluso que es algo bueno!
    • Evidentemente, no es el pecado más grave que se pueda cometer: es mucho más grave cometer un asesinato; pero eso no debe hacer olvidar su gravedad; porque, cuando se convierte en un hábito (es decir, en una costumbre muy arraigada, muy frecuente), acaba por esclavizar a la persona, a la que acostumbra a una sexualidad egoísta, asfixiando en ella la vida espiritual.
    • Recuerda Leonard que «las culpas sexuales no son sin duda las más graves, puesto que el pecado por excelencia es el pecado de orgullo y el rechazo del amor.

      Pero el pecado de impureza es, sin embargo, quizá el más neurálgico, aquel cuyas consecuencias son más perturbadoras, porque alcanza al hombre o a la mujer en su propio cuerpo, es decir en ese nudo de nuestra condición propiamente humana, a la vez espiritual y carnal, que es nuestro cuerpo.»

    • Además, cuando se convierte la masturbación se convierte en hábito acaba disminuyendo la libertad y enturbiando los sentimientos, generando una gran falta de dominio de sí; y si no se supera a tiempo, tiende a prolongarse cuando una persona ha contraido matrimonio.
  • ¿ Qué postura debe adoptar un joven cristiano?
  • Un joven que quiera vivir rectamente -y en concreto, un joven cristiano- debe tener el coraje de enfrentarse a las falsedades.
  • La experiencia muestra, como escribe Leonard, que «el desorden sexual estropea el corazón humano, ahoga la vida espiritual, embota el gusto de las cosas de Dios y paraliza a la persona en su capacida de relación con el Señor y con los otros, replegándose sobre sí misma.

    La impureza es un lodazal del cuerpo y del corazón. Es una perversión del cuerpo y del corazón, de ña que sólo te podrá librar un amor mñas grande».

  • No faltan quienes dicen: si uno no se masturba, acabará liberando de todas formas el exceso de esperma por medio de una polución nocturna. ¿Qué más da, entonces, hacer lo que la naturaleza va a hacer de todos modos?
  • A los que argumentan con estos y parecidos argumentos hay que mostrarles que no siempre es bueno usar la libertad para hacer lo que la biología realiza de forma casi mecánica y espontánea.

    Una polución nocturna inconsciente no lleva a ningún repliegue egoísta sobre uno mismo; y no tiene alcance moral; mientras que la masturbación voluntaria, con las imágenes obscenas que la suelen acompañar, es un gesto egoísta que oscurece el alma y turba el corazón.

    En consecuencia, la inmoralidad de la masturbación no nace de la pérdida de semen humano, dado que la naturaleza es muy pródiga en este aspecto. La inmoralidad proviene del vano uso del sexo que obstaculiza la integración de la sexualidad en la unidad de la persona.

 

  • Algunos preguntan dónde se condena en el Nuevo Testamento.
  • La Iglesia enseña sobre este pecado que “la tradición de la Iglesia ha entendido, con justo motivo, que está condenado en el Nuevo Testamento, cuando en él se habla de “impureza”, de “lascivia” o de otros vicios contrarios a la castidad y a la continencia”. (Persona humana, 8)

 

  • Otros dicen que es un fenómeno normal.
  • No conviene confundir frecuencia con normalidad. «Es un desorden serio -recuerda Leonard- que contradice gravemente el sentido humano y cristiano de la sexualidad y del amor».
  • Si por normal se entiende lo que se da mucho desde el punto de vista estadístico, estamos de acuerdo. Pero la injusticia y la pobreza se dan mucho en nuestro mundo, y nadie las considera como un bien.
  • Conviene recordar que el cuerpo está hecho para el Señor, que es nuestra norma. Somos libres en Cristo, pero el que se entrega a la impureza deja de ser libre y acaba esclavizado por sus instintos.
  • ¿Qué influye en ella?

  • Muchos factores. Influye, sobre todo, la debilidad producida por el pecado original y el olvido del pudor por parte de la sociedad actual, como fruto de una cultura fuertemente erotizada.

 

  • ¿Causa enfermedades físicas o psíquicas?

 

  • En sí, no causa especiales enfermades físicas ni psíquicas (otra cuestión es todo lo que pueda depender del temperamento y la propensión anímica y psicológica de cada sujeto), pero –tratándose de un fenómeno de inmadurez— no puede decirse que sea sólo un simple desahogo psicológico.

 

  • ¿Cómo la supera un cristiano, especialmente cuando se ha convertido en hábito?

 

  • Poniendo los medios sobrenaturales y humanos que recomienda la Iglesia:

 

    • Pidiéndole a Dios, con fe y perseverancia, la virtud de la pureza con humildad.
    • Recurriendo a la oración frecuente, a la Eucaristía y a la intercesión de la Virgen.

      Leonard: «Esperarlo todo de la Eucaristía: ¡Cuerpo de Cristo, sálvame! Que este sea también tu grito en las horas de la tenación o del pecado».

    • Acudiendo a la Virgen Inmaculada.
    • Acudiendo todas las veces que sean necesarias al Sacramento de la Reconciliación. Es fundamental el recurso frecuente a este sacramento, confiando en la misericordia del Señor, sin desanimarse: Leonard: confesarte regularmente es «dar a tu Dios la oportunidad de amarte tal comoeres, de perdonarte tus faltas, y de curar las heridas de tu corazón y de tu cuerpo».
    • Cultivando la sinceridad, que lleva no sólo a decir la verdad, sino toda la verdad de nuestra vida, yendo a las raíces, reconociéndote pecador ante tu Señor, sin dejarte descorazonar por tu fargilidad, pues el amor de Dios es mñás grabde que nuestro pecado. Cristo es el Cordero de Dios que lava los pecados del mundo.
    • Abriéndose a los demás, con generosidad, saliendo de uno mismo.
    • Ejercitando el dominio de sí mismo en cosas lícitas; para fortalecerse en el dominio de si mismo en las ilícitas.
    • Esforzándose por dominar la curiosidad y la dispersión mental.
    • Evitando con fortaleza y perseverancia las ocasiones de pecar: determinada publicidad, determinados periódicos, libros, revistas, etc; determinados programas de televisión; determinadas páginas web y uso del ordenador; determinados juegos en la play-station o en el móvil, canciones, etc.; determinadas situaciones, en determinados sitios y a determinadas horas, etc.
    • Esforzándose en vivir la sobriedad, especialmente en la comida y en la bebida, en sus diversos aspectos.
    • Haciendo obras de misericordia.
    • Aprovechando el tiempo, con un trabajo esforzado y diligente.
    • Cultivando el orden, sin caer en el desorden de trabajos y actividades agotadoras y frenéticas que producen grandes cansancios.
    • Poniendo esfuerzo por adquirir una afectividad generosa y madura.
    • Rechazando las tentaciones de susceptibilidad, enfado, tristeza y pesimismo; de queja interior; de vuelta obsesiva sobre los propios problemas.
    • Ocupándose en actividades ilusionantes, y cultivando ideales humanos nobles, culturales, espirituales, artísticos, etc.
    • Haciendo deporte y esfuerzo físico.
¿Cómo liberarse?

Además de los medios espirituales, de la ayuda de los Sacramentos, etc, Leonard recomienda:

La masturbación consiste en un repliegue sobre sí mismo. Contribuirás a liberarte desarrollando en tu vida los comportamientos que te descentran de ti mismo y te abren a Dios, al mundo, a los demás, a tus tareas.

Todo lo que estimula el sentido del trabajo, del compromiso y de la relación, te ayudará mucho.

Además, una vida equilibrada en la que no se duerme ni demasiado ni muy poco, en la que se deja un justo puesto al descanso y al deporte, te dispensará de recurrir a la excitación sexual a título de desahogo o de sonmífero.

En cuanto a las debilidades pasajeras, a las complicidades oscuras con las excitaciones espontáneas que puedes experimentar, sobre todo en periodos de fatiga o de angustia, deberás confiarlas a la misericordia del Señor.

 

  • Todo esto se integra en la unidad de la persona. Por esa razón, conviene poner todos los medios y al mismo tiempo: tanto los naturales como los sobrenaturales.

 

Noriega ofrece a los padres y educadores estas reflexiones:

«Conviene estar atentos a las situaciones que llevan al autoerotismo: la tristeza, el fracaso, la soledad, la dificultad de relacionarse con los demás y afrontar los retos de la vida.

La tristeza suele ser ocasión de impureza, ya que la persona busca salir de ella y encientra un sucedáneo fácil y complaciente en una experiencia vacía en la que se enroca para evitar enfrentarse con la realidad. No en vano el autoerotismo suele configurarse como una experiencia compensatoria.

El proceso de la tentación suele desencadenarse a partir de un corto circuito representativo y simbólico, que dificulta a la razón práctica el gobernar su propio dinamismo corporal, obsesionándose con la satisfacción sexual, hasta el punto de desencadenarse un proceso compulsivo.

En ocasiones puede ayudar el desenmascarar ese corto circuito representativo y hacer ver la inconsistencia de la necesidad con la que se presenta.

Cuando se ha hecho hábito en la persona, es preciso enseñar a luchar de dorma muy indirecta: por un lado, fomentando aquellas actividades en las que la persona pueda encontrar una satisfacción noble y humana, amistades sinceras que le permitán salir de sí misma y descubrir en ello el gozo de amar a los demás y serles útiles.

Por otro, ofrecer elementos narrativos indirectos, como pueden ser determinadas lecturas, películas, obras de arte que le ayuden a recomponer la imagen simbólica de la sexualidad a través de la mediación de la afectividad.

José Noriega, El destino del eros, 86

 

  • ¿Y en los casos en los que una persona tenga fuerte inmadurez, es tan grave?
  • Son los confesores los que deben dar una valoración moral a cada caso.
  • La Iglesia enseña en el documento “Persona humana” que la psicología “ofrece diversos datos válidos y útiles en el tema de la masturbación para formular un juicio equitativo sobre la responsabilidad moral y para orientar la acción pastoral. Ayuda a ver cómo la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de ella, el desequilibrio psíquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta atenuando el carácter deliberado del acto y hacer que no siempre haya falta subjetivamente grave.
  • Sin embargo –concluye el Magisterio– no se puede presumir como regla general, la ausencia de responsabilidad grave. Eso sería desconocer la capacidad moral de las personas”.
  • En ese mismo sentido dice el Catecismo: “Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral” (2352).
  • Por esta razón conviene acudir al confesor, que dará los consejos oportunos en cada caso, aconsejando al penitente los medios para vencer, tras considerar el comportamemiento de cada persona en su totalidad, y ver si vive los medios naturales y sobrenaturales recomendados por la experiencia ascética cristiana para superar las tentaciones