No educar es pecado grave

No educar, un pecado grave. ¿Y qué es educar?

Respuesta:

Quisiera responderle remitiéndome a lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia.

  1. La educación de los hijos, no es sólo un acto de generosidad sino un deber de los padres.

“Con razón la Iglesia pregunta durante el rito del matrimonio: ‘¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?’ 1. El amor conyugal se manifiesta en la educación, como verdadero amor de padres. La ‘comunión de personas’, que al comienzo de la familia se expresa como amor conyugal, se completa y se perfecciona extendiéndose a los hijos con la educación. La potencial riqueza, constituida por cada hombre que nace y crece en la familia, es asumida responsablemente de modo que no degenere ni se pierda, sino que se realice en una humanidad cada vez más madura” 2.

  1. Obran mal los padres que no cumplen su deber educativo, o no lo cumplen como deberían.

Por ejemplo, refiriéndose a la educación en la castidad, dice un documento de la Iglesia: “Si de hecho no imparten una adecuada formación en la castidad, los padres abandonan un preciso deber que les compete; y serían culpables también, si tolerasen una formación inmoral o inadecuada impartida a los hijos fuera del hogar” 3.

  1. El no ejercer como corresponde su tarea de educadores puede repercutir en la misma madurez de los esposos.

Al hacerse educadores los padres también son educados por sus hijos: “Esto es un dinamismo de reciprocidad, en el cual los padres-educadores son, a su vez, educados en cierto modo. Maestros de humanidad de sus propios hijos, la aprenden de ellos. Aquí emerge evidentemente la estructura orgánica de la familia y se manifiesta el significado fundamental del cuarto mandamiento” 4.

  1. Los esposos son colaboradores de Dios no sólo en la procreación sino también en la educación de los hijos.

“Si en el dar la vida los padres colaboran en la obra creadora de Dios, mediante la educación participan de su pedagogía paterna y materna a la vez. La paternidad divina, según san Pablo, es el modelo originario de toda paternidad y maternidad en el cosmos (cf. Ef 3,14-15), especialmente de la maternidad y paternidad humana. Sobre la pedagogía divina nos ha enseñado plenamente el Verbo eterno del Padre, que al encarnarse ha revelado al hombre la dimensión verdadera e integral de su humanidad: la filiación divina. Y así ha revelado también cuál es el verdadero significado de la educación del hombre. Por medio de Cristo toda educación, en familia y fuera de ella, se inserta en la dimensión salvífica de la pedagogía divina, que está dirigida a los hombres y a las familias, y que culmina en el misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor. De este ‘centro’ de nuestra redención arranca todo proceso de educación cristiana, que al mismo tiempo es siempre educación para la plena humanidad” 5.

  1. La educación debe apuntar a la autoeducación

“El proceso educativo ­­­–dice el Papa Juan Pablo II– lleva a la fase de la autoeducación, que se alcanza cuando, gracias a un adecuado nivel de madurez psicofísica, el hombre empieza a ‘educarse él solo’. Con el paso de los años, la autoeducación supera las metas alcanzadas previamente en el proceso educativo, en el cual, sin embargo, sigue teniendo sus raíces. El adolescente encuentra nuevas personas y nuevos ambientes, concretamente los maestros y compañeros de escuela, que ejercen en su vida una influencia que puede resultar educativa o antieducativa” 6.

  1. Esto se relaciona directamente con el cuarto mandamiento de la ley de Dios

“Sobre esta perspectiva se perfila, de manera nueva, el significado del cuarto mandamiento: ‘Honra a tu padre y a tu madre’ (Ex 20,12), el cual está relacionado orgánicamente con todo el proceso educativo. La paternidad y maternidad, elemento primero y fundamental en el proceso de dar la humanidad, abren ante los padres y los hijos perspectivas nuevas y más profundas. Engendrar según la carne significa preparar la ulterior ‘generación’, gradual y compleja, mediante todo el proceso educativo” 7.

“El mandamiento del Decálogo exige al hijo que honre a su padre y a su madre; pero, como ya se ha dicho, el mismo mandamiento impone a los padres un deber en cierto modo ‘simétrico’. Ellos también deben ‘honrar’ a sus propios hijos, sean pequeños o grandes, y esta actitud es indispensable durante todo el proceso educativo, incluido el escolar. El ‘principio de honrar’, es decir, el reconocimiento y el respeto del hombre como hombre, es la condición fundamental de todo proceso educativo auténtico” 8.

  1. Educar implica “ser exigentes”.

“Los padres han de atreverse a pedirles y exigirles más. No pueden contentarse con evitar lo peor –que los hijos no se droguen o no comentan delitos– sino que deberán comprometerse a educarlos en los valores verdaderos de la persona, renovados por las virtudes de la fe, de la esperanza y del amor: la libertad, la responsabilidad, la paternidad y la maternidad, el servicio, el trabajo profesional, la solidaridad, la honradez, el arte, el deporte, el gozo de saberse hijos de Dios y, con esto, hermanos de todos los seres humanos, etc.” 9.

Y exigir quiere decir imponer y obligar:“No se trata de imponerles una determinada línea de conducta, sino de mostrarles los motivos, sobrenaturales y humanos, que la recomiendan. Lo lograrán mejor, si saben dedicar tiempo a sus hijos y ponerse verdaderamente a su nivel, con amor” 10.

1 Ritual del Matrimonio, Escrutinio, n. 93 (ed. l970).

2 Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16.

3 Pontificio Consejo para la Familia (en adelante: PCF), Sexualidad humana: Verdad y significado, 44.

4 Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16.

5 Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16.

6 Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16.

7 Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16.

8 Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16.

9 PCF, Sexualidad humana: Verdad y significado, 49.

10 PCF, Sexualidad humana: Verdad y significado, 51.