Prevenir la homosexualidad
PREVENIR LA HOMOSEXUALIDAD
¿Pueden hacer algo los padres?
Recoge pautas para poder entenderlas y actuar adecuadamente, sin precipitaciones pero con la seguridad que requieren, con independencia de acudir y aconsejarse con personas de recto criterio.
Como sucede con cualquier problema, es evidente que es mejor prevenir que curar. Y aunque la prevención no consigue eliminar toda posibilidad de que pueda aflorar la homosexualidad en un hijo (se entiende en este artículo «hijo» de modo genérico: puede tratarse de un hijo o una hija, siendo lo primero lo más frecuente), sería un error grave pensar que no puede hacerse nada para prevenir. También lo sería suponer que el descuido de las medidas de prevención propiciaría necesariamente el afloramiento de la homosexualidad. Se trata de factores de riesgo, pero de una gran incidencia, de forma que cuando se consigue el clima familiar idóneo es mucho menos probable que se dé la desviación aquí contemplada. Hay que tener en cuenta que la homosexualidad se origina como una alteración en el desarrollo de la personalidad de quien la padece, por lo que tiene una importancia de primer orden procurar un clima que favorezca el normal desarrollo del hijo. Se señalan a continuación varios rasgos que configuran un ambiente familiar propicio, cuyo descuido tiene particular incidencia en la aparición de la homosexualidad. La relación se refiere solamente a familias normalmente constituidas:
a) La participación del padre en la educación y desarrollo de los hijos: debe estar presente y ser accesible a sus hijos. Si no lo hace, la madre debe intentar su implicación, no siendo buena solución que ella intente suplantar la figura paterna,
b) Evitar, por parte de la madre, actitudes posesivas o sobreproteccionistas. Más aún se debe evitar el que la madre recurra a volcar su afecto en los hijos o en alguno de ellos, incluso haciéndole partícipe de sus insatisfacciones, si no encuentra en su esposo el cariño que busca.
c) La aceptación de cada hijo, de forma que los hijos sean conscientes de ello. Hay que distinguir entre la búsqueda de la excelencia en cada hijo, estimulando la consecución de metas altas, de una actitud constante de desaprobación por no conseguirlas, de forma que el hijo se pueda sentir rechazado.
d) La creación de un clima de confianza, que facilite el que los hijos puedan contar sus preocupaciones y las incidencias de su vida, incluso cuando no se han portado bien, de forma que se les escuche y se les responda con serenidad, sin manifiestas actitudes de nerviosismo, alarmismo, preocupación visible, y menos aún de riña o rechazo. A la vez, se ha de reaccionar enseñando a los hijos a resolver sus problemas, no asumiendo los padres la resolución de los mismos.
e) La existencia de una auténtica educación sexual, bien orientada a la vez que realista. Incluye el proporcionar una adecuada información sobre las inclinaciones homosexuales y la homosexualidad. Implica también a la vez velar por un clima sano en el hogar en lo referente a la sexualidad, evitando que se vean cosas inapropiadas en televisión, internet, etc.
f) Favorecer una relación normal en los hijos con sus amigos/as. Buena parte de la afirmación de la masculinidad o la feminidad tiene lugar en las relaciones con chicos/ as de la misma edad, sin que la familia pueda suplir bien este aspecto. De ahí que una atmósfera familiar muy cerrada en sí misma no sea recomendable; y sí lo sea, por el contrario, promover actividades sanas y normales con otros chicos/as, como la práctica de deportes de equipo.
g) El recto encauzamiento de los rasgos peculiares de los hijos que puedan causar extrañeza, como por ejemplo una sensibilidad exagerada en un chico o una preferencia por gustos masculinos en una chica. Para educar hay que partir de la aceptación de la realidad, e ir ayudando a configurar la personalidad de cada uno, discerniendo bien lo que es un rasgo peculiar de lo que es una anormalidad. En este sentido, es importante evitar calificativos o motes despectivos y en general todo lo que propicie que el hijo se llegue a sentirse «distinto» e incomprendido.
Conviene que los padres estén atentos, particularmente en la preadolescencia y la adolescencia, de la aparición de posibles comportamientos extraños de los hijos sin aparente explicación, especialmente de los que les aísla de su entorno habitual. Conductas como el aislamiento en un mundo artístico-musical, teatral, etc.-que no comparten con nadie, la carencia de amigos o la búsqueda de amigos en entornos distintos a los que frecuenta habitualmente y de los que no se habla en casa, con más motivo si van acompañados de la resistencia a adoptar algunos de los rasgos propios del género -en sí mismos de importancia secundaria-, son lo suficientemente preocupantes como para que se deba indagar en la causa. A veces, se pueden intentar disfrazar con una desmedida aplicación a los estudios, pero ese sentido de responsabilidad en su trabajo no suprime el que se deba buscar la explicación a esas conductas: hay que buscar el desarrollo integral de los hijos, no sólo que triunfen en su actividad profesional. Saliendo al paso de esas anormalidades se consigue muchas veces evitar daños en los hijos, siendo la homosexualidad una de las posibilidades en las que pueden desembocar.
Adolescencia y falsa homosexualidad
Ante una hipotética revelación de la homosexualidad de un hijo, es muy relevante la edad. Si se trata de un adolescente, se debe discernir bien la situación, distinguiendo una homosexualidad propiamente dicha de lo que no va más allá de una inmadurez y una falta de asentamiento de la personalidad en el desarrollo de la personalidad, y de la sexualidad en particular. En la adolescencia, particularmente en los varones, suele darse una cierta indeterminación sexual, de forma que el chico puede sentirse atraído por chicos además de por chicas. Si a eso se une un carácter tímido, y más todavía si ha tenido algún escarceo homosexual en alguna ocasión, es fácil que piense que es homosexual –puede que en ocasiones influya en ello el haber acudido a páginas web intentando aclarar su situación–, o que tenga dudas sobre ello; y no lo es, aunque podría llegar a serlo si se deja llevar por esa impresión.
Es menos frecuente una situación semejante con las chicas, aunque podría ocurrir, Si confluyen una timidez que se cree insuperable en el trato con chicos (asociada normalmente a una percepción negativa del propio cuerpo), el haber tenido en el pasado -a veces, en edad infantil- algún escarceo impúdico con alguna amiga, y la polarización de la amistad con una sola amiga, puede dar como resultado una especie de enamoramiento con esta última. Pero, al igual que en el caso anterior, no se trata de una auténtica homosexualidad.
No es fácil conseguir la confidencia de un hijo adolescente sobre este tipo de cosas. De hecho, es más fácil que la tenga con un tutor/a o un director espiritual, lo que constituye una razón más de conveniencia de una buena tutoría o dirección espiritual. Los padres deben conformarse con esa situación, sin pretender erigirse en directores espirituales del chico o la chica; en cambio, sí que conviene comunicar a estas personas lo que consideren relevante sobre la personalidad del chico o la chica. Menos procedente todavía es intentar enterarse de la intimidad del hijo hurgando furtivamente en ella-por ejemplo, leyendo sus agendas-. Sin embargo, explicar por anticipado las posibles dificultades en su desarrollo facilita mucho que pueda darse esta confidencia, puesto que proporciona al hijo adolescente la certeza de ser comprendido. El problema se soluciona casi siempre con medios ordinarios, ayudando al desarrollo normal de la personalidad, y apoyando la autoestima del adolescente. En estos casos, suele ser conveniente además que se integre en alguna pandilla de chicos y chicas, pues aproximarse al sexo contrario y aprender a valorarlo ayuda bastante.