Sobreproteger a los niños no es bueno

Sobreprotección a los hijos y responsabilidad

Una profesora de secundaria estadounidense plantea en un artículo de la revista The Atlantic una importante cuestión respecto a la importancia de los errores en la vida del niño. Jessica Lahey comenta un caso de plagio en el que la principal culpable resultó ser la madre de una de sus alumnas. Esta madre defendió que había redactado un trabajo escolar de su hija (utilizando fundamentalmente material tomado de páginas web) porque la niña se sentía muy estresada y la madre no quería que cayese enferma o se agobiara.

El final de la historia fue que mi alumna sacó un cero y me cercioré de que volvía a realizar el trabajo. Ella. No tenía autoridad para castigar a la madre, pero pueden estar seguros de que en sueños lo he hecho con frecuencia.

Aunque no tengo nada claro qué provecho sacó la madre de esta experiencia, la hija sí alcanzó un mayor entendimiento de las consecuencias de los actos, y yo me llevé una batallita que contar. Ni siquiera me ha vuelto a preocupar el tema de quién es el autor de los trabajos: la madre que “ayuda” demasiado a su hijo con los deberes de matemáticas, el padre que realiza el proyecto de ciencias del alumno. Por favor. No me hagan perder el tiempo.

Observando lo frecuente que es que los profesores actuales intercambien anécdotas sobre el creciente número de “padres sobreprotectores”, Lahey apunta que no le preocupa la sobreprotección habitual (el niño al que no le permiten ir de campamento o aprender a conducir, el padre que sigue partiendo la comida a su hijo de 10 años o que lleva alimentos especiales a una celebración para su hijo de 16 porque es muy exquisito). Piensa que los niños superan estas actitudes cuando crecen. No, los padres que constituyen un verdadero problema son los que no permiten que sus hijos cometan errores, que asuman las responsabilidades que se derivan de ellos y que así aprendan de lo que hacen.

Estos son los padres que más me preocupan: los padres que no dejan aprender a sus hijos. Los profesores no nos limitamos a enseñar a leer, escribir y hacer cuentas. También enseñamos responsabilidad, organización, modales, control y previsión. Son cualidades que no se evalúan mediante exámenes ordinarios, pero mientras los niños van recorriendo su camino hacia la edad adulta, estas son las habilidades más importantes que yo enseño, por encima de cualquier otra.

No quiero decir con esto que los padres tengan que depositar una confianza ciega en los profesores de sus hijos; yo misma no lo haría jamás. Pero los niños cometen errores, y cuando esto ocurre, es de vital importancia que los padres recuerden que los beneficios educativos de sus consecuencias son un regalo, no una negligencia en el cumplimiento del deber. Año tras año, mis “mejores” alumnos (los que son más felices y han alcanzado mayor éxito en la vida) son aquellos a los que se les permitió equivocarse, asumir la responsabilidad por sus tropiezos y se les retó a ser las mejores personas que pudieran a pesar de sus errores.

Es bueno oír decir esto a un profesor, ¿no les parece? Traducción para el COF Virgen de Olaz: Mercedes Lucini