¿Fue Galileo condenado a la hogera por la Iglesia?

FUE GALILEO CONDENADO A LA HOGUERA POR LA IGLESIA CATÓLICA?

  1. Galileo (1564-1642)

 

Con relación al famoso caso Galileo, la mayor parte de la gente sólo conoce las cosas de oídas y, por falta de información, muchos creen que fue condenado a la hoguera o poco menos. Pero veamos cómo sucedieron las cosas en la realidad.

 

Copérnico (1473-1543) era un sacerdote polaco que tenía un rudimentario observatorio en una torre de la catedral de Frauenburg. Él fue el primero que afirmó que la tierra daba vueltas en torno al sol (sistema copernicano) y no, como hasta entonces se afirmaba, que era el sol el que daba vueltas alrededor de la tierra. Su obra fundamental, Las revoluciones de los mundos celestes, publicada en 1543, estaba dedicada al Papa Pablo III y su obra tenía el imprimatur (puede imprimirse) de un cardenal dominico. Hasta la llegada de Galileo, se sucederán once Papas, que no sólo no desaprobaron esta teoría heliocéntrica de Copérnico, sino que la alentaron como una hipótesis.

 

La teoría de Copérnico se enseñaba en las universidades de la Iglesia, al igual que la teoría de Tolomeo. Pero Galileo, que seguía la opinión de Copérnico, la afirmaba con total seguridad, como verdad absoluta. Y tenía expresiones de desprecio para quienes no compartían su teoría. En sus cartas hay expresiones como imbécil, con la cabeza llena de pájaros, apenas digno de ser llamado hombre, alguien que se ha quedado en la niñez, una mancha en el honor del género humano, etc. Por eso, cuando le pidieron pruebas objetivas, sólo dio una, que era totalmente equivocada y lo es todavía, la prueba de las mareas oceánicas. Decía que las mareas eran provocadas por la sacudida de las aguas a causa del movimiento de la tierra. Ahora sabemos que el flujo y reflujo del agua del mar se debe a la atracción de la Luna. Al no dar pruebas convincentes de su teoría y, según algunos de sus jueces, ir en contra del texto bíblico de Josué 10, 12: Detente, sol en Gabón, según el cual parece ser que el sol era el que daba vueltas alrededor de la tierra, como siempre se había creído, fue condenado el 22 de junio de 1633. ¿A qué fue condenado?

 

No fue condenado a muerte ni a prisión ni a ser torturado. Fue obligado a no presentar su teoría como verdad absoluta sino como hipótesis. El texto de la sentencia decía que era temporal donec corrigatur, es decir, mientras no sea corregida la doctrina propuesta como absoluta y se presente como hipótesis, pero él no estuvo ni un día en prisión ni le pusieron un dedo encima. Sólo tuvo arresto domiciliario y, muy pronto, se le levantó la prohibición de alejarse de su villa. Sólo le quedó la obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, que sólo duró tres años. Según algunos, esta obligación la cumplió por él su hija religiosa.

 

No perdió la estima y amistad de obispos y científicos, que venían a su casa a visitarlo y siguió trabajando. Su principal obra Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, la escribió después del proceso. Y murió a los 78 años en su casa, siendo miembro de la Academia Pontificia de Ciencias. Al final de sus días, pudo escribir: En todas mis obras no habrá quien pueda encontrar la más mínima sombra de algo que recusar de la piedad y reverencia a la santa Iglesia[1]. La famosa frase que, según algunos, dijo al ser sentenciado: Eppur si muove (Y, sin embargo, se mueve), es una de tantas fábulas inventadas por los anticatólicos. Esta frase fue inventada en Londres en 1757 por Giussepe Baretti[2].

 

Sobre el caso Galileo, debemos decir, en primer lugar, que es un caso único en la historia de la Iglesia, en que se haya condenado a un científico. Por eso, hacer un mito del caso Galileo está fuera de contexto. También hay que tener en cuenta que nunca fue condenado por el Papa, sino por un tribunal eclesiástico (siete jueces contra tres). No hubo, ni podía haber, una sentencia infalible, porque el Papa sólo es infalible, cuando habla ex cáthedra, es decir, con toda solemnidad para imponer una verdad de fe y costumbres. El Papa no tiene autoridad sobre temas científicos.

 

El error de los jueces del tribunal estuvo en interpretar literalmente la Biblia y creer que el texto de Josué defendía el sistema de Tolomeo. El error grave de Galileo fue querer imponer como verdad absoluta algo que no podía probar. Por eso, la misma sentencia le impone que enseñe su opinión como hipótesis, lo que no era un error para aquellos tiempos. La primera prueba experimental, indiscutible, de la rotación terrestre data de 1748, un siglo después. Y, desde 1741, la teoría heliocéntrica había sido reconocida oficialmente por el Santo Oficio.

 

Algunos científicos del siglo XXI podrían decir que Galileo tampoco tenía razón, porque el sol también se mueve y no está fijo como creía Galileo. El sol se mueve en torno al centro de la galaxia y la galaxia en torno al centro de un conjunto de galaxias. Todo el Universo se mueve.

 

Ahora bien, decir que la Iglesia, por este caso, va en contra de la ciencia es ir demasiado lejos. De hecho, el primer gran observatorio astronómico, el más antiguo del mundo, y que funciona desde 1579, es el del Vaticano. Y las primeras universidades europeas y americanas fueron fundadas por la Iglesia.

 

¿Qué hubiera pasado, si Galileo hubiera estado en territorio protestante? El astrónomo protestante Kepler, por seguir su misma opinión, fue expulsado del colegio teológico de Tubinga por sus compañeros protestantes y tuvo que abandonar Alemania y refugiarse en Praga. De allí recibió una invitación para enseñar en territorio pontificio en la universidad de Bolonia.

 

Si hubiera vivido en Ginebra, probablemente, hubiera sido decapitado; simplemente por ser concubino y no estar casado con su esposa, como hacía Calvino con los concubinos.

 

Lutero mismo decía sobre el sistema copernicano: La gente le presta oído a un astrólogo improvisado, que trata de demostrar en cualquier modo que no gira el cielo, sino la tierra. Para ostentar inteligencia, basta con inventar algo y darlo por cierto. Este Copérnico, en su locura, quiere desmontar todos los principios de la astronomía[3].

 

En resumen, podemos decir que hay que diferenciar bien los campos de la fe y de la ciencia. Ambas se complementan y nos llevan a Dios. No puede haber contradicción entre ellas. Si apareciera alguna contradicción, algo anda mal en alguna de las dos partes. O no es verdadera fe lo que se propone como tal, o no es verdadera ciencia. La verdadera ciencia nos lleva a la fe, y la fe nos ayuda a investigar las maravillas de Dios dentro de los límites de respeto a los derechos humanos.

 

La lección que debemos aprender es que hay que evitar los fundamentalismos al interpretar la Escritura de un modo literal, pues, como decía el cardenal Baronio: La Biblia nos enseña cómo se va al cielo y no cómo van los cielos, es decir, nos habla de Dios y de cómo ser buenos para ir al cielo, pero no habla de verdades matemáticas o científicas. Y la Iglesia sólo tiene autoridad en cuestiones de fe y costumbres.

 

De todos modos, el Papa Juan Pablo II en 1981 nombró una comisión de expertos para estudiar el tema de Galileo y sus conclusiones se dieron a conocer el 31 de octubre de 1992. Galileo no fue rehabilitado, porque no había nada de qué rehabilitarlo. Simplemente, después de estudiar exhaustivamente el tema con los documentos que se conservan en los archivos vaticanos, el Papa Juan Pablo II reconoció el error de algunas autoridades de la Iglesia en este caso.

 

 

 

Fuente: Luces y sombras de la Iglesia, del P. Agustín Lira Chiok

 

[1]     Messori Vittorio, Leyendas negras de la Iglesia, Ed. Planeta, Barcelona, 1996, p.120.

[2]     ib. p. 117.

[3]     ib. p. 126.