Laboriosidad

Laboriosidad
A vueltas con el concepto 

Trabajar es solo el primer paso, hacerlo bien y con cuidado en los pequeños detalles es cuando se convierte en un valor.

 

Cuando alguien se refiere a nosotros por “ser muy trabajadores” nos sentimos distinguidos y halagados: los demás ven en nosotros la capacidad de estar horas y horas en la escuela, en la casa o en la oficina haciendo “muchas cosas importantes”…. pero existe la posibilidad de carecer de un sistema de trabajo que nos lleva a “trabajar” más tiempo de lo previsto. Esto se identifica con claridad cuando iniciamos varias tareas y sólo terminamos algunas, generalmente las menos importantes (las que más nos gustan o se nos facilitan), además de ir acumulando labores que después se convertirán en urgentes.
La laboriosidad significa hacer con cuidado y esmero las tareas, labores y deberes que son propios de nuestras circunstancias. El estudiante va a la escuela, el ama de casa se preocupa por los miles de detalles que implican que un hogar sea acogedor, los profesionistas dirigen su actividad a los servicios que prestan. Pero laboriosidad no significa únicamente «cumplir» nuestro trabajo. También implica el ayudar a quienes nos rodean en el trabajo, la escuela, e incluso durante nuestro tiempo de descanso; los padres velan por el bienestar de toda la familia y el cuidado material de sus bienes; los hijos además del estudio proporcionan ayuda en los quehaceres domésticos.

Podemos, fácilmente, dar una apariencia de laboriosidad cuando adquirimos demasiadas obligaciones para quedar bien, aún sabiendo que no podremos cumplir oportunamente; también puede tomarse como pretexto el pasar demasiado tiempo en la oficina o la escuela para dejar de hacer otras cosas, como evitar llegar temprano a casa y así no ayudar a la esposa o a los padres.

Al crear una imagen de mucha actividad pero con pocos resultados se le llama activismo, popularmente expresado con un “mucho ruido y pocas nueces”. Es entonces cuando se hace necesario analizar con valentía los verdaderos motivos por los que actuamos, para no engañarnos, ni pretender engañar a los demás cubriendo nuestra falta de responsabilidad.

La pereza es la manera común de entender la falta de laboriosidad; las máquinas cuando no se usan pueden quedar inservibles o funcionar de manera inadecuada, de igual forma sucede con las personas: quien con el pretexto de descansar de su intensa actividad -cualquier día y a cualquier hora- pasa demasiado tiempo en el sofá o en la cama viendo televisión “hasta que el cuerpo reclame movimiento”, poco a poco perderá su capacidad de esfuerzo hasta ser incapaz de permanecer mucho tiempo trabajando o estudiando en lo que no le gusta o no le llama la atención.

Para ser laborioso se necesita estar activo, hacer cosas que traigan un beneficio a nuestra persona, o mejor aún, a quienes nos rodean: dedicar tiempo a buena lectura, pintar, hacer pequeños arreglos en casa, ayudar a los hijos con sus deberes, ofrecerse a cortar el pasto… No hace falta pensar en grandes trabajos “extras”, sobre todo para los fines de semana, pues el descanso es necesario para reponer fuerzas y trabajar más y mejor. El descanso no significa “no hacer nada”, sino dedicarse a actividades que requieren menor esfuerzo y diferentes a las que usualmente realizamos.

Podemos establecer pequeñas acciones que poco a poco y con constancia, nos ayudarán a trabajar mejor y a cultivar el valor de la laboriosidad:

– Comenzar y terminar de trabajar en las horas previstas. Generalmente cuesta mucho trabajo, pero nos garantiza orden para poder cubrir más actividades.

– Establecer un horario y una agenda de actividades para casa, en donde se contempla el estudio, el descanso, el tiempo para cultivar las aficiones, el tiempo familiar y el de cumplir las obligaciones domésticas o encargos.

– Terminar en orden y de acuerdo a su importancia todo lo empezado: encargos, trabajos, reparaciones, etc.

– Cumplir con todos nuestros deberes, aunque no nos gusten o impliquen un poco más de esfuerzo.

– Tener ordenado y dispuesto nuestro material y equipo de trabajo antes de iniciar cualquier actividad. Evitando así poner pretextos para buscar lo necesario y la consabida pérdida de tiempo e interés.

– Esmerarnos por presentar nuestro trabajo limpio y ordenado.

Cuando nos decidimos a vivir el valor de la laboriosidad adquirimos la capacidad de esfuerzo, tan necesaria en estos tiempos para contrarrestar la idea ficticia de que la felicidad sólo es posible alcanzarla por el placer y comodidad, logrando trabajar mejor poniendo empeño en todo lo que se haga.

El trabajo es mucho más que un valor: es una bendición.

El trabajo ,como fin realizador de la persona, base de la laboriosidad

 

Los seres humanos tenemos la obligación de desarrollar todas las potencialidades que nos son propias. Por supuesto que no nos alcanzaría una vida para realizar todo lo que debemos y podemos hacer. Es desarrollar algo para ir por más, siempre.

 

Potencialidad, potencia, son palabras altamente relacionadas con el verbo poder: yo puedo, tu puedes, el puede…Todo lo que podemos hacer y que es propio de los seres humanos se conoce como potencialidad.

Un trabajo bien hecho servirá para desarrollar la virtud de la laboriosidad cuando se relaciona con una finalidad digna. En síntesis “el trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena el amor”. Desde muy temprana edad, los padres deberán enseñar a sus hijos, a ser laboriosos y diligentes al efectuar cualquier cosa que se les asigne, para que en un futuro, ellos tengan esa virtud desarrollada y así como al desempeñar su trabajo también logren elevar esta virtud al plano espiritual.

 

No hay trabajo indigno. Cuando se afirma que el trabajo dignifica quiere decir que nos hace más personas, que nos desarrolla, que nos conduce a la verdadera finalidad del ser humano: su madurez. Por eso podemos decir también que no hay trabajos inferiores y superiores, puesto que todo tipo de trabajo, honesto, es dignificante quienes lo hacemos indigno somos las personas.

Una persona laboriosa se distingue por su aplicación al trabajo. Porque pone sus cinco sentidos en lo que está haciendo. Porque sabe llegar, como en la anécdota de Miguel Angel del principio de este escrito, a esos detalles que hacen de su labor una verdadera obra de arte.

 

Características prácticas de la laboriosidad

 

Cuidar los detalles: sin escrúpulos y sin retraso

En años anteriores se usaba mucho la frase “ahí se va”. Decían que era una manera de actuar de los mexicanos. No se si se puede generalizar o no, pero haciendo un poco de examen de conciencia, debo afirmar que el autor lo hizo en alguna ocasión, por prisa, por descuido o por lo que sea.

Cuidar los detalles en el trabajo significa hacer las cosas bien desde la primera vez. Conocemos los estándares de calidad de nuestro trabajo, y hay que cumplirlos. Si se diera el caso de desconocimiento de esos estándares, habría que preguntar. Hay que hacer las cosas correctamente –eficiencia- hasta sus últimos detalles

  • Terminar lo que se empieza, a tiempo
  • Cuidar el orden alrededor de uno mismo
  • Tener un objetivo diario de lo que se va a realizar
  • Aprovechar el tiempo
  • Saber escuchar

Saber sortear las contrariedades de la jornada

  • Aprender a ser flexible con las ideas y actividades propias y ajenas
  • Exigencia personal en lo que se hace
  • Actitud de servicio con los colaboradores

Servir es contrario al egoísmo que encontramos con mucha facilidad. Servir nos saca de nosotros mismos para observar las carencias de los demás. Servir es arrimar el hombro a los que se atrasan. Servir es abrirse.

La laboriosidad tiene un entramado muy fuerte con el servir.

No basta con sacar nuestro propio trabajo, hay que ayudar a los que nos rodean a sacar el suyo y si somos “jefes” más aún, porque entonces nuestra función es “estar al pendiente de los demás para que tengan lo necesario para realizar bien su trabajo”

Servir, por último genera prestigio y este a su vez genera autoridad que deriva en el verdadero liderazgo.

 

  • Aprender a descansar

 

 

 

REFLEXIONES FINALES

Muy relacionada con la fortaleza, la laboriosidad la viven los niños en su trabajo, el estudio. Se trata de cumplir con diligencia los deberes propios y ayudar a los demás en lo mismo. En resumidas cuentas, querer hacer las cosas bien y esforzarse en ello.

– ¿Que me preocupa más, las notas o que mis hijos se esfuercen y den lo máximo de sí mismos? ¿Les animo cuando veo que luchan y no llegan?

– ¿Tienen mis hijos un horario diario de estudio y lo cumplen? ¿Que lugar ocupa la televisión en casa? ¿Que razones les doy para que hagan suyas estas ideas y no las vean como una imposición?

– ¿Cuanto hace que no hablo con mis hijos de lo que es la obra bien hecha, y de la satisfacción que produce el hacer las cosas bien esforzandose? ¿Me intereso en que acaben bien sus trabajos escolares, con buena presentación?

– ¿Me preocupo de que en casa haya una ambiente que favorezca el estudio? Silencio, libros (que aprendan a cuidarlos), etc..

– ¿Me doy cuenta que los fines de semana y vacaciones también son tiempo de laboriosidad? En este sentido ¿tienen un horario adaptado a las circunstancias ó se hacen las cosas según van surgiendo?

Laboriosidad es trabajar con esfuerzo y de forma positiva. ¿Qué se gana con las quejas ante las malas relaciones con la familia, de los fracasos amorosos, de los descalabros escolares? Nada, sólo el desaliento y el desánimo. En cambio, si se trabaja con motivación, en positivo, no hay dificultad insuperable. Arar la tierra familiar con “pequeñas ayudas” en casa, sembrar “pequeños detalles” en la relación con la persona amada, cultivar “pequeños esfuerzos” en el estudio diario, etc. Quien es laborioso no tiene tiempo para quejarse, pues sabe que las “obras son amores y no buenas razones”.

Laboriosidad es trabajar con constancia. La flojera y la pasividad son dos escollos en el camino. En cambio, la sana reflexión y la acción tenaz son herramientas indispensables, pues la laboriosidad es una virtud que exige metas y objetivos concretos para no perder tanto tiempo contemplando los problemas sino en empeñarse en encontrar las soluciones. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué medios se van a poner? ¿Qué soluciones se van a ofrecer?

La laboriosidad sería imperfecta si al trabajo no se une la oración, pues el hombre siembra en su vida, pero es Dios quien da el crecimiento y los frutos (Cf. 1Cor 3,6). La labor diaria se puede convertir en un medio de santificación maravilloso siempre y cuando se ofrezca a Dios. Así lo enseñaba el gran abad san Bernardo de Claraval: “el que ora y trabaja, eleva su corazón a Dios con la manos”.

El hombre que ora y ofrece su trabajo diario obtiene grandes resultados, no sólo materiales, sino sobre todo espirituales. Dios es el primer interesado en que demos frutos abundantes, por eso nos dice: “Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí” (Jn 15,4). Así que la mejor manera de afrontar nuestro trabajo y las dificultades diarias es aquella que propone el refrán popular: “a Dios rogando y con el mazo dando”.

Hoy tenemos en nuestras manos un tiempo muy valioso para labrar el campo de nuestra vida. No es posible permanecer en la pasividad. Hay que hacer la prueba, hay que trabajar, hay que sembrar, “para ver qué resulta”.
El que trabaja y siembra el bien, cosecha para la eternidad.

 

 

Contradicciones

Los padres podemos en la práctica predicar una cosa y dar mal ejemplopor otra: son las contradicciones educativas. Ejemplos:

– Si resulta que come siempre lo que le da la gana, fuera de hora, y a su capricho…, luego no te quejes de que sea tan blandito que no aguante ni quince minutos estudiando;

– si se pasa la tarde en casa en pijama, estudia tumbado en la cama, y cuando se sienta en el sofá adopta siempre posturas perezosas…, luego no te extrañe que no sea capaz de vencer la pereza para hacer esas tareas de clase o preparar aquel examen. Hazle luchar contra la pereza en todo; recuerda aquello de que la pereza seduce; el trabajo satisface.

– Si se pasa el día con la cabeza en otro mundo, distraído, viendo horas y horas la televisión, escuchando música a todo volumen o con sus auriculares hasta altas horas de la noche, sin exigirle que participe en el ambiente familiar…, luego no te maravilles de que sea bohemio, esté lleno de fantasías y que no logre concentrarse ni cinco minutos seguidos en clase, en el estudio, o en la lectura de ese libro que le han mandado comentar en el colegio;

– si se ha pasado la vida sin guardar ningún orden, dejando tiradas su ropa y sus cosas del colegio, sin sujetarse a un horario…, pueden ser ésas las causas de su actual descuido y desorden integral en los estudios.

– en casa una hija ¿cómo va a preparar la cena para sus hermanos sí no sabe cocinar? La capacitación técnica es una condición necesaria para poder desarrollar la virtud de la laboriosidad. Además cuanto más capaz técnicamente, más fácil será cumplir con las actividades y más satisfacción podrá encontrar la persona, por que en cuanto domine la técnica puede comenzar a introducir su estilo personal. Por eso, una manera de dejar a un niño sin motivos para estudiar es encargándole tareas demasiado difíciles. Pero una segunda manera de desmotivarles es encargarle tareas demasiado fáciles porque no tiene que esforzarse debidamente para realizarlas. En consecuencia no encuentra una satisfacción real.