Reflexiones en torno a la familia
REFLEXIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE FAMILIA
Por Isabel Rincón García
Durante los últimos años son muy numerosos los estudios, estadísticas, artículos etc. sobre la profunda crisis que sufre la familia. Nos gustaría profundizar en primer lugar sobre el concepto de familia. Acudiendo a la bibliografía básica de la asignatura, D´Agostino la define como una comunidad de amor y de solidaridad. No es un lugar de reunión, un grupo de personas unidos por vínculos de origen biológico o bien por intereses económicos o sociales, sino que es un lugar de intercambio fundamentado en estos dos conceptos: amor y solidaridad. La estructura de la unidad familiar no supone únicamente una base social y cultural, sino que su origen es antropológico; pertenece, por tanto, al ser propio del hombre y sus principios rectores han de adecuarse convenientemente a la dignidad propia y exclusiva de la persona.
El ser humano posee una infinita necesidad de dar y recibir amor y desde esta dimensión, la familia es el ámbito idóneo para el desarrollo interpersonal de las distintas generaciones que conviven en ella. Las relaciones de paternidad, filiación y fraternidad constituyen una red que a la vez protege y fomenta las relaciones intergeneracionales.
El Profesor Polaino se refiere a la familia como “un grupo complejo de difícil organización, porque es un grupo emocional afectivo y un sistema social con estructura bicéfala”[1]. La mayoría de los grupos de organización humanos poseen una única cabeza, pero en el caso de la familia, (pensamos en una familia de fundación matrimonial normalmente estructurada) no ocurre así, puesto que en el matrimonio, marido y mujer, es lo que da “estabilidad, seguridad y talante a la familia”.
Hoy en día, la palabra crisis es la más utilizada no sólo los medios de comunicación sino en las conversaciones diarias de la mayoría de las personas. Crisis de gobierno, crisis económica, crisis en la educación…; lo que subyace realmente es la crisis de la persona, que afecta específicamente a la unión conyugal, al matrimonio, núcleo central de la familia. Sin embargo, esta crisis “connatural al hombre y a todo lo humano, tiene un sentido, más primario y positivo, de cambio, metanoia, conversión, crecimiento y salto hacia ser más y mejor”[2]. En este sentido queremos orientar nuestra reflexión sobre la tan traída y llevada crisis de la familia. Si aceptamos que toda crisis supone un cambio y vemos en ese cambio un proyecto de mejora, es necesario afrontar con madurez la crisis que presenta la familia actual. Las convulsiones afectan a todos y cada uno de los miembros de la unidad familiar: Padres, hijos, abuelos.
Debemos reconocer la familia como “el lugar específico de la humanización de la persona a través de la plena reciprocidad inter subjetiva entre los sexos y entre las generaciones”[3]. Es patente el progresivo desinterés por el papel generativo de la familia y de las relaciones interfamiliares que se producen en su seno. La sociedad contemporánea dificulta enormemente el proceso de autoconstrucción generacional en el seno familiar. El recambio de generaciones que se produce en la familia posee un papel relevante en el progreso social. Como explica Donati, hace 20 o 30 años las nuevas generaciones eran consideradas como un símbolo de rebelión y de innovación social, frente a los principios que representaban las generaciones adultas. Sin embargo, la sociedad actual ha pasado a manifestarse como adultocrática o generontocrática. ¿Qué significa esta expresión? Las nuevas generaciones poseen un menor espacio social, puesto que el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la tasa de natalidad repercuten directamente en las estadísticas generacionales: aumenta el número de personas mayores de 60 años y disminuye notablemente el número de niños y jóvenes. Estos nuevos parámetros hacen necesaria una nueva perspectiva de las relaciones generacionales.
El tipo de familia al que una persona pertenece influye decisivamente en su estructura vital, en sus valores, en sus creencias, de su formación cultural, en su comportamiento social etcétera. Esa crisis a la que hemos aludido anteriormente en nuestra exposición afecta decisivamente a la relación entre las distintas relaciones que forman la familia, teniendo en cuenta, siguiendo una vez más a Donati que “la familia debe ser reconstruida de arriba abajo en cada generación”[4]. Este autor nos ofrece el concepto de familia relacional como “aquella forma de familia que desvinculándose del inmediato y estrecho nexo entre los ligámenes biológicos y sociales regulados por la cultura tradicional, crea relaciones cada vez más distanciadas y artificiales entre las dimensiones biológicas, sociales, culturales y psicológicas que, no obstante virtualmente se concitan y apuntan en su unidad a las relaciones de parentela y afinidad”[5]. Este tipo de familia, según Donati, requiere mayores esfuerzos para ser conducida de una manera adecuada ya que puede trasmitir inseguridad, aflojamiento de los vínculos biológicos, comportamientos más permisivos y desvinculados de normas, etcétera.
En nuestra opinión personal, lo realmente importante es preservar en la familia actual un conjunto de creencias, hábitos, comportamientos y relaciones que conduzcan adecuadamente al concepto que Donati define como equidad generacional, es decir la reciprocidad justa entre las generaciones como una capacidad de “invertir” sobre las nuevas generaciones motivos y habilidades: “Sólo en la familia está vigente el principio último de la equidad generacional: a cada generación según sus capacidades y a cada una según sus necesidades. La madurez del concepto de familia implica ese intercambio positivo, amoroso y solidario, entre las distintas generaciones. Si la persona está en crisis, lógicamente las dificultades se extienden a las relaciones conyugales y familiares, pero consideramos que es necesario transmitir un renovado optimismo tanto en el momento presente como en el tiempo futuro.
Centrándonos ya en la cuestión planteada para esta recesión, la relación entre abuelos y nietos ha sufrido en nuestra época profundos cambios a todos los niveles. En el artículo de B. R. Sarason se hace referencia a que el apoyo de los padres supone para los niños una base de seguridad. También se hace mención al apoyo social familiar en la edad adulta, incidiendo especialmente en las relaciones intergeneracional de padres e hijos en cuanto al apoyo social para adultos en edad avanzada. Una de las ideas concluyentes del artículo es que las fuentes de apoyo social se encuentran dentro de la familia: esta conclusión puede parecer obvia, pero sin embargo, es sumamente interesante a la hora de considerar qué papel poseen los abuelos dentro de la familia en los momentos actuales. Como refleja el artículo de Ochaíta y Espinosa “las personas de edad avanzada son el grupo de población de mayor crecimiento en todo el mundo”[6]. Aunque los datos que refleja este artículo son de hace unos 20 años, es obvio que la población situada por encima de los 60 años aumentará en una progresión constante. En el mismo artículo que acabamos de mencionar leemos la siguiente cita: “se constata que los niños que mantienen altos niveles de interacción con sus abuelos presentan mayores niveles de desarrollo cognitivo, afectivo y social (aunque se desconocen las causas)”. Realmente, no es objeto de nuestro estudio cuales son esas causas precisas que aumentan la interacción entre abuelos y nietos. Es un hecho palpable y demostrable desde una perspectiva meramente experiencial.
Constatamos una nueva situación en cuanto al papel de la mujer en la sociedad actual: ha crecido vertiginosamente en los últimos años el número de madres que ejercen un trabajo profesional fuera del hogar. Esto tiene una primera consecuencia lógica: ¿quién se ocupa de los niños mientras los padres están fuera? La respuesta está clara, y así la refleja Bernabé Tierno: son los abuelos los que mejor pueden desempeñar el papel de padres de repuesto. Este autor refleja en su artículo los errores que pueden cometer los abuelos en su papel de educadores, así como los distintos papeles que pueden adoptar en el caso de que convivan con hijos y nietos en la misma casa. No vamos a repetir los datos. Si educar es procurar que cada individuo sea día a día mejor persona y desarrolle sus capacidades de todo orden (intelectual, afectivo, espiritual etc.), todos y cada uno de los miembros de la familia están implicadas en esta tarea. La educación no afecta solamente a los hijos, sino también los padres y los abuelos somos objeto de educación. Toda cuestión que surge en el seno de la vida familiar puede llegar a ser materia educativa. Los abuelos como educadores tienen en la coyuntura de la sociedad actual un papel especialmente importante puesto que como ha señalado Bernabé Tierno, actúan como “padres de repuesto”. Esta expresión, en nuestra opinión, no es especialmente precisa, puesto que el papel que desempeñan los padres no puede “reponerse”. Cuando los padres no están en casa, es posible buscar una ayuda sustitutoria, no un repuesto. Parece que las expresiones son similares, pero creemos que hay una pequeña diferencia, sobre todo en lo que se refiere al ámbito educativo. Las decisiones que toman los padres en lo que respecta a la educación de sus hijos son de su exclusiva competencia, pero cuando se delega en los abuelos este papel ha de llegarse a los acuerdos necesarios para no producir en el niño desconcierto en lo que respecta al reconocimiento de la autoridad materna y paterna. El intercambio de experiencias y la riqueza que supone el trato entre abuelos y nietos puede llegar a ser enormemente enriquecedor para ambas generaciones. Los abuelos estimulan los procesos de aprendizaje, socialización e incluso los procesos de cognición intelectual. Los nietos proporcionan a los abuelos dinamismo, alegría, ilusión y también, porque no, pueden estimular nuevos aprendizajes. Estas situaciones pueden ser especialmente sorprendentes en el caso de la relación con nietos adolescentes, que pueden ver en los abuelos un principio de autoridad que les proporcione incluso mayor seguridad que sus propios padres.
[1] POLAINO-LORENTE, Aquilino. Familia: locura y sensatez. AC, Madrid. 1993
[2] POLAINO-LORENTE, Aquilino. Op.cit.
[3] DONATI, P. La equidad generacional: un problema educativo y de política social. Revista española de pedagogía nº 196. 1993
[4] DONATI, P. Op.cit.
[5] DONATI, P. Op.cit.
[6] OCHAÍTA, E. y ESPINOSA, M.A. en AAVV Relaciones intergeneracionales. Revista de estudios, Infancia y Sociedad, M.A.S. Madrid 1995